En mis rodillas siento el roce de las tuyas,
y tu nariz fruncida
debe llorar en cierto lugar de mi cabello.
Eres como un jarrón azul
y florecen tus manos igual que margaritas,
temblorosas al darse.
Ambos sonreímos
sin hablar
al pie de la tormenta
de amor, de dolor, de vicio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario