jueves, 17 de junio de 2010

Viajes I

Hay viajes, y hay que hablar de ellos; y hay personas que mandan a hablar –hay un lazo–. Cierto es que las personas no se ofrecen fácilmente a la interpretación: poco más allá del especialísimo andamiaje analítico que modulan los psicólogos, aparece siempre un punto de inflexión, un punto duro, casi aporético, a partir del cual el observador, sin herramientas ya, por lo común, delega o abandona su observación , su conocimiento, su “tomarse el trabajo”..... Ese es el momento del sentido (el de la captura de algo). La famosa propuesta de llegar al sentido a partir de la forma. Y se acepta entonces que el sentido es (en) la forma.

En el caso de las personas, la forma se forma de expresión, de la articulación de un discurso que taja la expresión del rostro y del cuerpo (bordes, cicatrices, muecas, huellas....).

En el caso de los viajes, se dispone así un círculo (diré hermenéutico) donde la comprensión de un traslado, de una fecha, un vuelo o de un individuo trasladándose supone la (pre)comprensión del todo y viceversa...

La sola mención es un gesto absolutorio, un “acto de justicia”: es ex-presión. Justicia es presencia del Otro, que descubre mis recursos y mi falta, y ante quien me expreso, y me absuelvo y me desnudo.

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