jueves, 29 de julio de 2010

La renuncia

Maradona echó un vistazo al patio de su casa. Maradona no pudo contener su palabra y se puso a decidir sobre las palabras. No encontró más que mentira y traición. Apuesta fuerte y polémica como siempre.

Subido a la medianera de su discurso, puestos a ser equilibristas de su tempo oral, entendemos por qué siempre le pasa lo mismo. Vemos cómo se marchita a estas alturas su consecuencia, su concisión.

¿Qué estaba haciendo, Diego?, pregunta una allegada.
Arreglando las plantas.

miércoles, 28 de julio de 2010

El destino de un tigre

Del celebrado millar de ejemplares que se suponía que quedaban de gatos salvajes en América, ahora resulta que leo que quedan doscientos o trescientos, y que están desperdigados y tan amenazados por diversos peligros como nunca...
Parece que la especie podría darse ya por perdida, a menos que ocurra un milagro, o, lo que es todavía más difícil, una confluencia de milagros: que se recupere la población de conejos, único alimento de este felino de paladar exigente; que no se contruya cierto embalse que amenaza uno de los santuarios de la especie; que se consiga, a modo de salvaguarda genética, su reproducción y cría en cautiverio...

Hasta ahora, miraba uno al lince con cierto rechazo. No terminaba de gustarme su condición de animal-estrella y me parecía injusto por completo que hasta en el reino animal determinadas especies recibieran un trato de privilegio sólo por su estampa fotogénica. En el mundo bobo de los buenos sentimientos hacia la Naturaleza (muchas veces una bobera irresponsable y destructiva) la idea de contar con un pequeño tigre autóctono resultaba muy atractiva. Se habla del lince, pienso, como los responsables de cualquier zoológico hablan de sus tigres albinos o de cualquier otro animal predilecto para el público. Y ahora que la realidad cruda devuelve al lince su verdadera condición de animal acosado y amenazado, piensa uno que tampoco él tenía la culpa de ser, en medio de la pajarería diversa y elusiva que puebla la marismas de este continente, el único perfil tangible de depredador capaz de proporcionar un espejismo de selva a quienes piensan que la naturaleza es, antes que nada, un hermoso espectáculo.

martes, 27 de julio de 2010

Metro cuadrado

Te digo adiós porque ya no volveré a verte. Ni azar ni determinismo. No puedo, just like that !

Tenés que comprender: soy un maniático del repliegue sobre uno mismo. Tengo mis metros cuadrados muy limitados, abismos infinitos, sin embargo, que nunca agoto. ¿Afuera? está el peligro. No necesito, por otra parte, nada más. ¿Qué me importan a mí las escenografías desconocidas? Todo está aquí dentro. Todo está en mi casa. Me gustan estas costumbres, estas rigideces, como lo denominarías en tu estrecha comprensión del mundo...
No puedo permitirme además la frivolidad, la poesía. No puedo porque amo lo que tengo, amo lo que quiero más que a nada en el mundo. Por supuesto, entiendo, y me lo han dicho varias veces, o al menos lo han dado a entender, que es una ilusión, que todo esto, el mundo, yo, vos, todos, somos una ilusión de alguien que nos sueña más allá. Pero a Borges no lo leo seguido, y comprenderás que no soy tan devoto de él como vos.

Racionalmente, además, SE TRATA DE una ilusión, porque nada de todo esto lo elegí: estrictamente hablando... Sin embargo esta prisión me libera, me ata y me libera, y volvería a elegirla en cualquier momento. De esto mismo, y no de otra cosa, se trata el amor verdadero, ¿no?

Comprenderás entonces que necesito sol, necesito luces crudas, reales, presencias, calores, contacto, hogar, sobre todo calor y calores. Después, muy de vez en cuando, necesito la ciudad, y tal vez creo que la necesito y es que en realidad cada vez menos. Los ruidos, los movimientos enloquecidos, lo ficticio no me son necesarios.

También es cierto, que, por otra parte, el descanso me fatiga. Que estoy un poco fatigado. Bastante en verdad. También tengo derecho a un pequeño trozo de la belleza universal. Pero los precios son muy altos, y prefiero no ponerme en gastos que después quién sabe cómo sube la alícuota. Por ejemplo, el mar, las bahías ahí nomás, abiertas, un objeto abrupto, el cielo plomizo de una tarde cualquiera, porque viste que la bruma del atardecer en la ciudad se arrastra un poco por todas partes, hasta por los corazones.

A mí me gusta mi terreno, el lecho de mi río, aunque otros digan que se trata de un delgado hilo de agua sin brillo. Aunque otros crean que mi terreno está un poco resquebrajado y desierto, un suelo endurecido donde el pasto crece mal. Me gusta mirar mis lagartos y mis salamandras.

Entre las doce y las dos flota una especie de fatiga mortal. Te conté que sigo sin dormir, y por ende muy fatigado. Una fatiga blanda, de una blandura implacable (era más blanda que el agua, que el agua blanda... de esas metáforas oscuras está hecha mi vida y me encanta).

Los ruidos llegan de todos modos, de dos en dos, los ruidos de motos y golpeteos de barras y de hierros. Todo está como estupefacto. En las paredes falta todavía hacer unas cuantas cosas, hay extraño color ocre, hay tierra, que me gusta, ojo! cómo me gusta!

Hacia las seis de la tarde, o seis treinta, cuando el sol ha caído un poco, todo alrededor de mí también cae y yo mismo, me regocijo del cansancio bienhabido, del trabajo que me ha cansado. Pero no: regocijo es una palabra como bizca. En realidad, no estoy cansado, estoy fatigado. No es lo mismo.

Por eso me gusta mi paisaje. Nunca cambia. Es mi tierra, mi ciudad, aunque lejana, sucia, irrespetuosa y ruidosa, la bruma, el calor. Es todo tan extraordinariamente eterno, desnudo, equilibrado, pobre, humilde. Me tranquilizo, y fatigado y todo, le pertenezco totalmente. El fondo del horizonte, que desde aquí vislumbro, pesa sobre mí un poco. Es la fatiga con su tonelada de certeza recalentada. El cielo entra en mí por mis pulmones y mis ojos, disuelvo rápido los vapores de otros olores, y me concentro en mi sudor humano. Bebo el agua de mi territorio, como las frutas en el centro de mi mesa cubiertas de mi polvo, de mis paredes. Los rayos de sol blanco entran en mi piel y me modifican sensiblemente. Echo raíces aquí. Envejezco. Mi pensamiento ahora está hecho de esta tierra y de este aire, y mis palabras siempre terminan describiendo el mismo recoveco.

Soy cada cuadrado de este espacio, de mi cuarto, de mi cama... alvéolo minúsculo, microscópico elemento encastrado en este ámbito familiar que es donde nací y donde moriré, donde me abrigo, me abrigo todo el tiempo. No hay extranjeros. No hay mundo. No hay patria. No hay hormigas. No hay avivados ni corruptos. No entran en este país, el único país que conozco. Quisiera poder hacer como el roble, y vivir durante siglos aferrado a este mismo bloque de tierra, sin moverme, absolutamente quieto, por siglos, milenios, eras estelares.

Yo, Poncio Pilato. El Complot de la Traición.

de Armando Alonso Piñeiro. Buenos Aires, Editorial Dunken, 2006.


La Editorial Dunken emprende en esta oportunidad la difusión de un excelente trabajo, producto de la labor de más de 40 años de investigación de este renombrado historiador argentino, Armando Alonso Piñeiro, con una extensa bibliografía en su haber, galardonado con 140 distinciones de los cuatro continentes, en sus 80 viajes se ha interiorizado en los archivos históricos de Washington, Nueva York, Londres, Bonn, Estocolmo, Madrid, Sevilla, Cartagena de Indias, el Vaticano, entre otros sitios.

Evidentemente en la literatura histórica y religiosa nunca se ha publicado un libro semejante, que presenta una visión totalmente diferente a la conocida durante dos mil años sobre Poncio Pilato. Además aporta al lector una visión de la historia del cristianismo que redescubre, de manera novedosa, al gobernador de Judea y representante del César.

El autor hace ya más de medio siglo comenzó la publicación de libros donde la idea de Dios y la personalidad de Jesús fueron parte de sus primordiales inquietudes intelectuales. Además de Jesucristo, el personaje que siempre despertó su peculiar curiosidad fue Poncio Pilato, cuya presunta culpabilidad en la muerte de Jesús queda como incomprensible ante el hecho de que haya sido canonizado por dos iglesias cristianas : la ortodoxa y la etíope.

Para la realización de esta producción el autor se ha mantenido rigurosamente fiel a la documentación histórica así como también a las fuentes canónicas y los llamados evangelios apócrifos. Su profesión de fe católica no resulta irreconciliable con el razonamiento del historiador, y tal vez esta es la idea más atractiva del libro, que mantiene al lector atento y activo hasta el final de su lectura.

Durante el desarrollo, Armando Alonso Piñeiro trata de adentrarse en la psicología de este personaje histórico controvertido, despliega una descripción muy diferente del malvado al que estamos acostumbrados en la emblemática cinematográfica estadounidense (siempre vemos como el bueno es valiente, y el malvado es cobarde), y aporta la visión del cono de sombra: un hombre débil, deseoso –en algún sentido– de hacer el bien, accesible a las ideas de justicia, pero extremadamente temeroso con la posibilidad de una denuncia ante las autoridades Romanas.

Quedan expuestas las cualidades del lado del bien: hacer el bien implica, casi siempre, mucho más esfuerzo que hacer el mal, y de esto mismo resulta ser un ejemplo clarísimo este personaje histórico.

Las confusiones, tribulación, remordimiento, estremecimiento y posterior comprensión de los hechos son expresadas en sus memorias, expone los sentimientos y pensamientos trasluciendo la verdadera dimensión de su tragedia personal y acentuando su falta de responsabilidad en la crucifixión de Cristo, aduciendo las presiones de muchos sectores. El autor nos recuerda que los hebreos no tenían la facultad de ordenar ejecuciones, y que la tarea recaía totalmente sobre su persona y -a pesar de sus reiteradas solicitudes de piedad al pueblo-, éste mismo pidió insistentemente la pena de muerte. Una copia textual de la sentencia dada por Poncio Pilato es presentada por el autor, y nos muestra la desesperada autodefensa confesada sobre lo sucedido y los verdaderos sentimientos de este hombre al fin y al cabo débil y atribulado.

El autor elige acertadamente la narración en primera persona con el extremo cuidado en la utilización de las fuentes y la autenticidad del trasfondo histórico de ese momento. Acorde a su rigurosidad científica, presenta también un prolijo recuento documental y una clara explicación del plano geográfico y político de la época. Aparecen las cartas al Emperador Tiberio descubiertas siglos después, así como también el autor se sirve de fuentes evangélicas y documentos imperiales.

Los capítulos de este apasionante libro nos muestran a Poncio Pilato (nacido Pontius Pilatos) desde su infancia, sus encuentros con Jesús, con Juan el Bautista, y también recoge anécdotas, costumbres y episodios de la infancia y vida cotidiana del propio Jesús. Sus constantes referencias a Jesús, la descripción de su personalidad, su predicación y su obra hacen que el lector redefina aún más su adoración y amor hacia el hijo de Dios en la Tierra, incluso desde sus actitudes más humanas:“La luz que rodeaba a Jesús parecía redoblar el furor de sus ciegos enemigos.”

La última parte de este volumen es el resultado de más de cuarenta años de estudio del autor sobre investigaciones científicas realizadas en el descubrimiento del misterioso sudario que envolvió a Jesús al ser bajado de la Cruz, pudiendo reunir una selección considerable de antecedentes históricos, científicos y religiosos sobre la preciosa reliquia. Asimismo, se explican los resultados de los análisis científicos desde 1898, cuando fue fotografiada por vez primera, que acuerdan con precisiones médicas, químicas, biológicas, y anatómicas lo cual representa un apasionante desafío para la crítica historiográfica y científica.

Multitudes de pruebas que intentan revelar la naturaleza de la figura tridimensional grabada en el tejido que fue impresa por “un estallido de milisegundos de energía radiante emanada del cuerpo que se produjo en el preciso momento de la resurrección” explicación que invita a comprender la capacidad de derribar la enorme y pesada piedra que cerraba el sepulcro. Estas como tantas de las fascinantes teorías siempre convergen en el examen especializado de la Santa Síndole (Es un término que se utiliza para referirse a la Santa Sábana que cubrió a Cristo después de su muerte y donde curiosamente queda plasmada la imagen de él hasta la actualidad.)

El autor también se ocupa de cada uno de los detalles del drama cristiano, más precisamente en la figura de José, uno de los personajes para él más interesantes. Este hombre culto, rico perteneciente al tribunal de Sanedrín (el Sanedrín es el consejo general judío que finalmente condenó a Jesús) se presentó ante Pilato pidiéndole el cuerpo de Jesús para bajarlo a cuestas, envolverlo en la sábana y colocarlo en el sepulcro, confesando en sus actos el heroísmo de ser partidario del crucificado mientras los apóstoles y amigos del Señor se encontraban desalentados y fugitivos.
Aparecen también lo aportes científicos y médicos de las verdaderas causas físicas de la muerte y del sudor de sangre de Jesús en el monte Getsemaní, demostrando la pasión de este historiador por el conocimiento de la verdad y la realidad científica de los hechos.
En estos momentos de tribulaciones, desaliento, confusiones, incertidumbres en la humanidad, esta obra nos permite revivir los momentos cruciales que nos introdujeron en la gran comunidad cristiana, confirmar nuestra fe incluso invitando a emprender este gran desafío a aquellos que necesitan ver para creer.

Breve Historia de la Mentira. De Ulises a Pinocho.

de María Bettetini. Cátedra, Colección Teorema, Madrid, 2002.


Las principales virtudes de este inquietante libro de Maria Bettetini –doctorada en Filosofía en la Universidad de Oxford y en la de Mónaco, profesora e investigadora de la universidad Ca´Foscari de Venecia– son su brevedad y la falta de rigidez en su enfoque, además de ofrecer una amplia variedad de argumentos para definir la mentira e invitarnos a reflexionar sobre la temática de la verdad –quién no ha dicho ni ha recibido una mentira o no ha leído una, queda claro–.

Bettetini posee la lucidez de no partir de la óptica tradicional gnoseológica, sino de cierta puesta en conciencia de la vida real, alejándonos de las densas abstracciones de la lógica.

Ya en el Prefacio nos dice que la mentira "es una figura que acompaña todos los aspectos de la vida social (ya que para mentir hay que ser por lo menos dos)". Para aproximarse a una clasificación, Bettetini se asentará en la provincia de la ética, al establecer que "la mentira aparece como un acto de la voluntad de un sujeto libre". De ahí en más, tomará en consideración los escritos de distintos filósofos, historiadores, "los comediógrafos, los poetas, los psicólogos y los mentirosos de toda laya", para dejar constancia de su recorrido y abundar en los contextos que posibilitan la existencia de la simulación, el perjurio, las mentiras piadosas de médicos y abogados, los embustes de la prensa y de la ciencia -dada su relación con el poder- y, yendo más allá, la mentira subyacente a todo uso del lenguaje que, en sí mismo, es una representación.

Los ejemplos son claros y sintéticos -el libro apenas sobrepasa el centenar de páginas-, lo mismo que el desmenuzamiento del contexto en que se originan. Como muestra valga lo referente a Ulises en el capítulo "Elogio de la mentira", en el que, tras ofrecer diversos documentos que mencionan al griego como un pueblo donde predomina la mentira, la autora nos dice que "si Homero critica teóricamente la mentira en la Ilíada, presenta en la Odisea a un héroe embustero, alabado a causa de su habilidad en el mentir por la propia Atenea", lo que se fundaría en el uso meramente lúdico de las palabras por parte de una civilización a la que le importaban los signos.

Por eso, "Ulises será reconocido por una cicatriz, un arco, un lecho esculpido en el olivo alrededor del cual había construido su casa, nunca por sus palabras, casi siempre mentirosas, a veces exageradamente."

Tras revisar la concepción del hombre y del lenguaje que sostiene Nietzsche, Bettetini dice que el hombre recupera la vituperada centralidad del universo cuando acepta dejarse engañar pero elige el engaño justo; no esos residuos de metáfora que llaman "verdad", sino los sueños, el mito, el arte, que saben engañar y al mismo tiempo, en palabras del filósofo, "regalar una iluminación, una serenidad y una rendición que fluyen sin cesar". En este contexto, Ulises fue astuto cuando logró engañar incluso a los dioses, pero más lo fueron los que creyeron en los relatos de Homero, en las peripecias del hijo de Laertes y en la existencia de dioses que, como se dijo que afirmaba Tales, el primer filósofo conocido, "están en todas partes."

En el capítulo que alude a La mentira prohibida -"aquella que no debe ser dicha"-, la autora se ocupa -entre otros personajes- de Pinocho, la creación de Collodi, un muñeco que no quería obedecer, no quería crecer y que tenía una nariz que crecía con cada mentira. Tras analizar la índole de sus mentiras y considerar que Pinocho no es un "mentiroso redomado", sino un niño que hace todas las trastadas previsibles, entre ellas decir alguna mentira, Bettetini considera como más grave "la culpa del muñeco cuando traiciona la confianza de Gepetto, al dejarlo recorrer el mundo en su búsqueda hasta el azaroso encuentro en el vientre de una bíblica ballena.

Pero no es eso lo que espanta a los padres y a las madres, propensos a recomendar: «No digas mentiras, que si no te crecerá la nariz como a Pinocho.»

Como puede apreciarse, el lenguaje utilizado por la autora es llano y didáctico, sin resultar por ello de ningún modo esquemático, lo que constituye otro mérito de este libro iluminador y profundamente entretenido.

Qué hay de nuevo, viejo!

TERRY EAGLETON
LAS ILUSIONES DEL POSMODERNISMO

Buenos Aires, Paidós, Espacios del Saber, 2004.


Terry Eagleton es uno de los más distinguidos críticos literarios y filósofos nacido en Inglaterra, en 1943. A los 21 años obtuvo su grado doctoral en el Trinity College, de Cambridge. Actualmente es profesor de Teoría Cultural en la Universidad de Oxford, tras haber pasado varios años enseñando e investigando para la Universidad de Manchester.

Eagleton tuvo como mentor al célebre crítico literario Raymond Williams, autor de Marxismo y Literatura, texto que todos recordaremos y que ha sido fundacional en muchos aspectos. Eagleton comenzó su carrera estudiando la literatura de los siglos XIX y XX en la línea de Williams, es decir, a través del tamiz de la teoría literaria marxista.

En este libro en especial, Terry Eagleton trata de desbrozar la paja del trigo en la pantanosa cuestión de lo que se ha llamado posmodernismo, reconociendo algunos aciertos de sus teóricos pero, mayormente, desde una perspectiva negativa de su objeto de estudio.

Desde un comienzo afirma que el término posmodernidad "alude a un período histórico específico", polemizando con aquellos que hablan del un fin de la historia. Habría para esto efectivas razones materiales: el surgimiento de un cambio histórico en Occidente hacia una nueva forma de capitalismo, "hacia el efímero, descentralizado mundo de la tecnología, el consumismo y la industria cultural, en el cual las industrias de servicios, finanzas e información triunfan sobre las manufacturas tradicionales, y las políticas clásicas basadas en las clases ceden su lugar a una difusa serie de ‘políticas de identidad´ ” (pág. 11 y 12).

La posmodernidad, entonces, sería un estilo de pensamiento que desconfía de las nociones clásicas de verdad, razón, identidad y objetividad, de la idea de progreso universal o de emancipación, de las estructuras aisladas, de los grandes relatos y de los sistemas definitivos de explicación.

En consecuencia, el posmodernismo se transforma en un destino cultural que refleja, con un estilo propio, algo de ese cambio de época en un arte sin profundidad, descentrado, sin fundamentos, autorreflexivo, juguetón, derivado, ecléctico, pluralista que rompe las fronteras entre cultura "alta" y cultura "popular" tanto como entre el arte y la experiencia cotidiana.

Por lo tanto, Eagleton hablará de "posmodernismo" para ocuparse de ambos conceptos, ya que los considera relacionados. Y deja en claro que lo suyo será un libro de ideas más que de análisis de obras de arte individuales. Se interesará más por la sensibilidad posmodernista como totalidad que por las ya consabidas formulaciones de la filosofía posmoderna. Acusará al posmodernismo de "tirotear" o caricaturizar las posiciones de sus oponentes, aunque reconoce que la perspectiva socialista desde la que mira pueda hallarse un poco debilitada: "parte del poder del posmodernismo es el hecho de que existe, mientras que considerar que existe el socialismo es más discutible...” (pág. 13).

En el capítulo dedicado a las ambivalencias del posmodernismo no deja de hacer notar que –pese a que todo hable en él de diferencia, pluralidad, heterogeneidad- la teoría posmoderna opera habitualmente con rígidas oposiciones binarias, con "diferencia", "pluralidad" y otros términos semejantes alineados orgullosamente en una parte de la cerca teórica como inequívocamente positivos, y cualesquiera que sean sus antítesis (unidad, identidad, totalidad, universalidad) como negativas (pág. 50).

Profundizando en la cuestión del fin de la historia, Eagleton sostiene que el posmodernismo no rechaza la historia sino la Historia –la idea de que existe una entidad llamada Historia poseída de un sentido inmanente y un propósito que se desarrolla secretamente a nuestro alrededor mientras hablamos. "Entonces hay algo paradójico en decretar el final de esta entidad, dado que al hacerlo se abraza la misma lógica que se rechaza".. (pág. 56).

En el muy breve capítulo dedicado a las contradicciones del posmodernismo, Eagleton discute la idea del pensamiento posmoderno del fin-de-la historia que nos augura un futuro no muy diferente al presente. "Pero hay un futuro posible entre otros, y su nombre es fascismo." (Pág. 198)... Y ve que la gran prueba política del posmodernismo radica en cómo zafar de esto, ya que su relativismo moral y su convencionalismo moral, su escepticismo, pragmatismo y localismo, su disgusto por las ideas de solidaridad y organización disciplinada, su falta de una teoría adecuada de la participación política pesan fuertemente contra él. Y pueden llegar a pesar mucho más que todo el cuerpo de obras que ha dado a luz sobre racismo y etniticidad, sobre la paranoia del pensamiento idéntico, sobre los peligros del totalitarismo y el temor a la otredad; todo esto muy valorable, al igual que sus profundizaciones sobre las maniobras del poder.

Como se desprende de todo lo que hemos dicho, Las Ilusiones del posmodernismo es un libro de lectura un tanto exigente, es un gran libro, que demanda del lector un cierto capital simbólico, pero que es absolutamente necesario para el debate de aquellos más curiosos y de todo estudiante e intelectual que desee estar al tanto de las posturas del pensamiento contemporáneo.

viernes, 23 de julio de 2010

Paolo Virno, siempre recomendable...

"Gramática de la Multitud", de Paolo Virno.
Para un análisis de las Formas de Vida Contemporánea.
Buenos Aires, Colección Puñaladas, Dirigida por Horacio González – Editorial Colihue, 2003.


“Multitud es sólo la otra cara del éxodo: son los hombres y las mujeres que no quieren conquistar el poder, sino que en todo caso lo quieren extinguir...”

Marcado esencialmente por la revolución ideológico-intelectual y la insurrección juvenil de 1968, Paolo Virno realmente despliega un desarrollo teórico y político de la noción de multitud que hace de este pensador napolitano, de 50 años, que habita cerca de Piazza dei Fiori en una de las más bellas zonas de Roma, sea un extraordinario y creativo pensador político y uno de los más interesantes escritores vivos de la actualidad.

La nueva terminología política que propone Virno, con palabras como Desobediencia, Intemperancia, Ejemplo, Resistencia, Éxodo o Milagro... etc. y fundamentalmente el concepto de multitud son conceptos que arriesga Virno porque es un autor profundamente contemporáneo, y porque pertenecen estas palabras a nuestra actualidad y a las nuevas prácticas políticas que responden a transformaciones inminentes o al porvenir, puesto que su utilidad histórica depende la desaparición de la forma política “pueblo”, y por ende Estado, o definido más aproximadamente “desplazar el monopolio de la decisión política de unas élites a otros sitios”.
La multitud ya no aparece como el equivalente de la guerra civil, de lo disperso, sino básicamente es una pluralidad “gramatical”, y esto es fundamental: la razón lingüística en común, y allí Paolo Virno se entronca en la tradición gramsciana de semiosis social y de lengua local.

“La Multitud es una forma de ser; y por la expresión foma de ser entiendo algo fundamental, básico, de relación con el mundo, con los otros, con la vida. Hoy es la multitud -y ya no el pueblo- lo que caracteriza todos los hábitos y mentalidades de la vida social: las modalidades de trabajo, los juegos de lenguaje, las pasiones y los afectos, las formas de concebir la acción colectiva [...] el pueblo converge en una voluntad general, es el reflejo del Estado. Por el contrario, la multitud es plural, huye de la unidad política, no firma pactos con el soberano, no porque no le delegue derechos, sino porque es reacia a la obediencia...”.

Por lo tanto, leemos el concepto de multitud, tal como lo entiende Virno de factura reciente, y que posee sin embargo, alargando y flexibilizando su concepto, antecedentes remotos que podrían llegar hasta Spinoza y Hobbes (su enemigo declarado), así como también Umberto Eco y su Obra Abierta o el enorme pensador L. Wittgenstein.

El concepto de “multitud” es en definitiva un fruto maduro de la teoría política de la Modernidad Occidental, casi una de las conclusiones inevitables de una secular discusión en torno a la validez semántica y cognoscitiva del texto social, de las voces, del dialogismo, la polifonía, y los discursos acallados por la Historia oficial.

La gran efectividad pragmática del relato implicado en la “multitud” reside además, y esto es central, en las condiciones de posibilidad de una teoría nueva del sujeto en el seno de un potencial teoría unificada de lo social en clave discursiva.

“Las luchas de liberación de la multitud comenzarán por esta sensibilidad por lo posible, o sea, por las distintas oportunidades”. La multitud es un concepto que no esconde los problema sino que propone enfrentarlos, confrontarlos con otros, y sacar provecho de costumbres prácticas que parecemos haber olvidados los sujetos contemporáneos.

Multitud implica multiplicidad no sólo de gentes sino de sentidos, la no univocidad de ningún sentido; no es inmanencia, no es inevitabilidad. Se trata de un concepto de comunicación, de recepción entre individuos, de aceptación de la alteridad y la diferencia, de heterogeneidad y asimetrías.

Es en este contexto teórico, asumiendo estas premisas que propone Virno, nos enfrentamos a un excelente libro de política pero también de semiótica, a un libro de historia pero también de sociología, que se elabora desde las primeras, tímidas líneas hasta desarrollarse como uno de los más sólidos fundamentos teóricos de deconstrucción contemporánea en cuanto al problema social.

“La multitud es también un conjunto de memorias y un gusto sensual por los lugares, por las historias que estos lugares nos cuentan”. Multitud entonces no es desarraigo, es éxodo pero no desarraigo, es pensar que el bailarín no comienza sus pasos cuando la música empieza a sonar, sino que el bailarín lleva, de antemano, la música dentro.

Esta nueva forma de existencia política que Virno verifica, antropológicamente si se quiere, incorpora al sujeto la suficiente potencia como para continuar en su lucha y para además conservar los buenos recuerdos de las aspiraciones de su nación. Su capacidad de actualizar el pasado, como diría Walter Benjamin, vinculan a este sujeto al presente y lo hacen vivificarse en ese encuentro.

* * *

Rareza

"El lugar Teológico de las mujeres. Un Punto de Partida".
Autores varios, compilación de Virginia Azcuy


El lugar teológico de las mujeres es una compilación que brinda un amplio panorama sobre una cuestión que parecería paradójica en sus propios términos: teología y feminismo. Tal cuestión es detalladamente abordada en el ensayo introductorio que lleva el título de la obra, escrito con eficaz economía de medios y recursos por Virginia Raquel Azcuy.
El ensayo es un relevamiento del estado de las cosas y, a la vez, un programa de tareas a realizar en base a ubicar a las mujeres como lugar teológico, un "lugar" en diálogo con la experiencia latinoamericana (en la zona de la teología de la liberación, aunque no como fuente, sino como lugar desde el que se interpreta), desde la recuperación de la experiencia de las mujeres, y en especial, desde una "memoria narrativa en solidaridad." También el ensayo releva la cuestión del lugar teológico de las mujeres, es decir, el significado y el desafío de la "Iglesia de las mujeres" para las iglesias particulares. Un buen ejemplo de todo ello es dado por el texto mismo, dejémoslo hablar en sus propios términos:

"¿Qué decir de todo esto? Parece evidente que después de un largo proceso de "invisibilidad" de las mujeres en la historia, la recuperación de sus experiencias y sus voces es impostergable. También es cierto que la "irrupción" de las mujeres en las realidades seculares y en los ámbitos eclesiales, como emergencia de una nueva conciencia, constituye como fenómeno global "un nuevo lugar hermenéutico." Si se tiene en cuenta que el silencio y la ausencia de las mujeres tienen causas históricas e ideológicas, se puede comprender que la mayoría de las teologías hechas por mujeres, sobre todo las que emplean una hermenéutica feminista, tengan un talante "crítico" y empleen como instrumental las "teorías de género." Esto no quiere decir, naturalmente, que toda mujer que hace teología deba ser feminista, pero creo que estamos llamadas a conocer los movimientos históricos de las mujeres, con sus gestos de protesta y solidaridad, y a comprometernos con el destino sufriente de las mujeres desde una teología que, sin dejar de ser inclusiva, sea a la vez profética y liberadora." (pág. 21)

Para Azcuy, un ejemplo de biografía teológica de dos mujeres estaría dada por la escena bíblica del Magnificat (el primer canto de alabanza de la era cristiana, recitado por la Virgen María al visitar a su prima Isabel), lo que también sería un ejemplo de “memoria narrativa solidaria”. Memoria agradecida por las grandes cosas hechas por Dios, narración profética que anuncia la victoria de los humildes y de las mujeres silenciadas y olvidadas, solidaridad femenina inauguradora de un nuevo espacio teológico, inclusivo también de “ellos.” En palabras de Azcuy:

“La teología mariana es la “irrupción” sencilla y la “visibilidad” consoladora que despierta el gozo de las mujeres: palabra, experiencia, biografía, oración. María e Isabel encontrándose, son el rostro de la mutualidad y el canto de la vida que se gesta en las entrañas. Ellas son, junto a muchas otras, “amigas de Dios y profetas”, sabias compañeras de camino.”

Si de tal riqueza e innovación es la propuesta de Azcuy –de la que sólo hemos dado un pálido reflejo- cabe imaginar que la sucesión de ensayos que nos esperan tras su introducción la ilustran de diversa manera y con colores variados. El estudio de Mercedes García Bachman nos informa sobre cómo el análisis de género ha influenciado las ciencias bíblicas, con ejemplos prácticos sobre pasajes bíblicos y utilizando el instrumental de otras disciplinas como la retórica literaria, las ciencias sociales y la hermenéutica. Una revisión del modo de interpretar y hablar sobre María es lo que ofrece “Reencontrar a María como modelo. Interpelación feminista a la mariología actual”, de Virginia Raquel Azcuy, donde se recupera a María como “amiga de Dios y profeta”, a modo de paradigma eclesiológico inclusivo. Por su parte, Lucio Florio en “Hacia una biografía de lo femenino. “El pensamiento de Julián Marías sobre la mujer” analiza detalladamente los aspectos atractivos que surgen de la reflexión del autor español para una teología de lo femenino que no eludan la cuestión del “humanismo femenino.”

Como puede observarse, esta publicación –un número de la publicación Proyecto, del Centro de Estudios Salesiano de Buenos Aires– con su casi dos docenas de excelentes trabajos constituye toda una introducción para aquellos que desconocen los alcances del maridaje entre teología y feminismo.

Reseña

"ARTE MENOR", de Betina González - Premio Clarín Alfaguara

La novela ganadora del reciente premio Clarín termina constituyéndose como una elogiable búsqueda del lazo primal que genera y sostiene la identidad de todo ser humano, la relación con sus padres. En este caso, la del padre, un escultor de fama esóterica llamado Fabio Gemelli.
Claudia, una treintañera agotada por un trabajo insalubre y temerosa de enfrentar un matrimonio reciente, sale a la búsqueda de las distintas imágenes de su padre que construyen las relaciones que estableció ese hombre elusivo con tres mujeres mientras aún estaba casado con su madre. ¿Cuál es la motivación? Claudia siente que la ausencia del padre revela "una ausencia de su propia historia."
Con agudeza, la joven escritora Betina González, -egresada de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UBA, donde también oficiara como docente e investigadora-, presenta las voces de esas mujeres (una de ellas mediada por un oficioso acto de travestismo que no hace más que alejar toda posibilidad de certezas) que no sólo fueron seducidas por ese hombre sino que, transcurridos más de 20 años de su muerte, siguen reaccionando ante esa seducción.
Se encuentran los ecos de Puig en esta presentación de las voces -aunque siempre medie la narradora- pero las resonancias mayores son las de Marco Denevi, ya que la mirada caricaturesca tiene mucho de la que burilara Rosaura a las Diez. De hecho, la narradora configura un mapa estableciendo puntos de referencia que la acercan a Julio Cortázar -son constantes las menciones a Rayuela, uno de los libros que heredó de su padre, tachonado por las marcas de lectura de una de sus amantes- pero la mirada en torno a los personajes, la agilidad del relato y la liviana ironía la acercan repito más a Denevi.
¿Y qué se puede decir del propio Gemelli? El rompecabezas que se va armando -puntuado por el suspenso- lo revela como un artista de la vida, alguien capaz de ofrecerle al otro la imagen que mejor le cuadra en ese momento. Mediocre productor de hechos artísticos -esculturas de mujeres desnudas rodeadas de manzanas, burdas metáforas de la tentación bíblica- ha dejado huella en aquellos que transitó, al menos la suficiente como para generar y pregnar todo el discurso.
A lo largo del relato, y de los años en la Argentina, hay quienes lo ven como un albañil o un subversivo, un maestro o compañero de viaje afectivo con limitaciones, promesa en ciernes o criminal de poca monta. Lo cierto es que el efecto que perdura es el de un hombre seductor, atractivo físicamente, muy hábil con las palabras, y que ha hecho de su cuerpo -por su atractivo, por su voz- un arma de seducción. Un hombre eternamente inmaduro, incapaz de llevar adelante un matrimonio y la crianza de unas hijas con la responsabilidades que conllevan. Un hombre incapaz también de ofrecer un sostén emocional para esas hijas que se crían con los manotazos de ahogado que una mujer sola puede dar ante la adversidad.
Hay entre tanta ironía mucha tristeza en Arte Menor. Claudia es el fruto de una relación sin amor -su padre fue obligado a casarse con su madre al dejarla embarazada- y Fabio utiliza el hogar como una especie de “aguantadero”, un espacio de referencia en el que siempre encuentra un plato de comida disponible -por más que deteste lo que le prepara su mujer- y una almohada donde hacer reposar su cabeza algo hueca.
Finalmente, deja a esposa e hijas a la deriva, a la espera de un cheque o de un llamado teléfonico que nunca llegan o nunca sabe cómo figurar. No hay afecto verdadero en él, no existe el compromiso emocional. Es un hombre inútil, que en su transcurrir ha dejado en la indefención emocional a aquellos que no fueron lo suficientemente capaces de protegerse.
Claudia es un ejemplo de ello; por lo tanto, y no por lo variopinto de los testimonios que va recogiendo la novela, su búsqueda es -en un punto- una quimera. Lo único que le queda es aferrarse al producto de su padre, aquello que ha quedado oculto a la mirada, una profunda imbricación madre e hijo localizada en una escultura que alguna vez vendiera a un municipio de provincias. ¿Imbricación que nunca logró, que deseó y no halló? Betina González deja la cuestión sin responder.
El contacto de la hija con la obra de su padre es lo único real (un padre que escamoteó su afecto, y por ende su cuerpo) y lo que lleva a Claudia a mostrarse tal cual es: un ser sufriente que llora la pérdida de un padre que no pudo ser, abierta y expuesta en su vulnerabilidad al descubrir el triste secreto que anidaba tras la imagen del progenitor.
Si el sabor que nos deja es agridulce, la escritura es ágil y la lectura placentera. Como puede verse, hay mucho para descubrir en esta agradable sorpresa novelesca.

¡Bienvenida Betina González a las letras argentinas!

Comentario

“LA CARCEL, Instrumento de un sistema falaz. Un Intento Humanizante”
por Víctor Hugo Mamaní Gareca
Buenos Aires, Grupo Editorial Lumen, 2006. 200 pag.


“...criar a un animal al que le sea lícito hacer promesas...”
F. Nietszche La Genealogía de la Moral


Lejos de ser un tratado sobre la pena privativa de la libertad, ni mucho menos ingresar en el debate teórico sobre sus fines y justificaciones, Víctor Hugo Mamaní Gareca (Oficial del Servicio Penitenciario Jujeño, Técnico Superior en Ciencias Penales y Licenciado en Trabajo Social), se ocupa en éste, su primer libro, de relatar una experiencia renovadora de las técnicas de abordaje penitenciario, proponiendo al mismo tiempo un giro hacia la humanización de las cárceles.
El enfoque de Mamaní parte del postulado paradojal de la “resocialización” o “readaptación social” del interno a través del castigo y la segregación; oxímoron con el que buena parte de los teóricos de la pena, y hasta nuestra legislación vigente, explica la potestad estatal de encarcelar personas. Si bien el autor, como adelantáramos en el inicio, no ingresa en la discusión de estos postulados, deja abiertos una serie de agudos interrogantes que ponen en cuestión la legitimidad habitual y el consenso sobre qué entendemos por Institución Carcelaria.
Se ocupa en cambio el autor de relatar su experiencia de tres años (octubre de 1995 – octubre 1998), al frente del Pabellón Nº 5, de la Unidad Penitenciaria Nº 1 del Servicio Penitenciario de Jujuy. Un proyecto de gestión humanitaria de la prisión, una serie de prácticas y técnicas destinadas a que los efectos despersonalizantes y de desocialización que provoca el encierro se vean de algún modo minimizados.
Tratar a las personas privadas de la libertad como lo que son, como personas; escucharlos, dialogar, intentar solucionar los problemas que los afectan y que dificultan la convivencia armónica dentro de la cárcel, lograr que la palabra y el respeto entre todos reemplacen la indiferencia y los garrotes, tal es el simple recurso que el autor postula como novedoso modelo de gestión.
Las diferentes fases del desarrollo del proyecto, los obstáculos y resistencias que desde diferentes ámbitos debieron ser superados, las etapas del abordaje y el marco teórico del que se nutrió la experiencia son expuestos de un modo minucioso y pormenorizado, con múltiples referencias y ejemplos relativos a la modalidad de gestión implementada.
Una serie de testimonios anónimos de personas privadas de libertad que vivenciaron las “novedosas” prácticas postuladas por Mamaní cierran el texto a modo de demostración de lo que la humanización de las prácticas penitenciarias es capaz de lograr.
Convertir a ese instrumento del dolor que llamamos cárceles en un ámbito en el que la vida pueda ser vivida con dignidad es el objetivo de Mamaní en este trabajo; convencer y convertir a sus colegas penitenciarios a este proyecto –que naturalmente, por romper con las prácticas de violencia burocratizada dentro de la prisión, genera más resistencias que adhesiones– es quizás el objetivo central del libro. Y seguramente es también el motivo por el cual este texto “menor”, “poco ambicioso” en su contenido teórico, quizás “ingenuo” en su construcción, se convierte en una obra necesaria, y hasta indispensable para entender muchas de las cosas que suceden en la Argentina del 2006, con una superpoblación de internos y con una crisis profunda en ese sentido.
Nuestras cárceles, la vida a la que sometemos a las personas privadas de libertad, deberían avergonzarnos, porque muestran la peor cara de lo que somos, porque nos exponen a nuestra malsana satisfacción y regodeo por el dolor ajeno; por eso quizás las mantenemos bien ocultas tras inmensos muros ciegos, lejanas de las ciudades y de la vista del ciudadano común.
Un proyecto como el de Mamaní y su grupo de trabajo debe, si no llenarnos de orgullo, al menos hacernos sentir reconfortados y reflexivos.

* * *

jueves, 22 de julio de 2010

Libros

miércoles, 21 de julio de 2010

AMSTERDAM CEMENTERIO

"Las grandes cosas exigen que se las calle o que se hable de ellas con grandeza: con grandeza quiere decir cínicamente y con inocencia."
Friedrich Nietzsche


PLAN para esta novela:
Jacques Nils, bibliotecario municipal del archivo musical de Amsterdam, muere misteriosamente asesinado hace exactamente dos meses (como se señala en el prólogo). Su sobrino argentino Víctor Falcon ha ido a vivir con él hace ya dos años en Amsterdam, y se estableció allí debido a su carrera musical. No demasiado compinche pero nunca enemigo declarado le ha presentado a su novia: Albertina Minouche, y a su círculo de amigos: María Griva, una gitana con un pasado oscuro de prostitución y nomadismo y Gordon, un amigo homosexual. Otros personajes de la novela serán la Sra. que hospeda a Albertina en su casa, alquilándole una de sus numerosas piezas, los compañeros de trabajo de Víctor en el restaurante en donde lo contrataron hace poco tiempo... etc.
Jacques es un hombre muy especial. Protagonista indiscutido de la novela. Nacido en Argentina, estudió en Francia, 70 años, experto en música antigua, historiador, poeta, con un pasado oscuramente diplomático, con una hermana que quedó en Argentina (la mamá de Víctor y única familiar en este mundo). A través de cartas, y sin saberlo, configuró la personalidad de su sobrino hasta transformarlo prácticamente en su doble. Le inculcó siempre el amor a la música y a la curiosidad, hasta que logró que su hermana “se lo dejara”, y lo enviara a estudiar en Amsterdam, bajo su “tutoría”. Jacques podría conectarlo con los mejores músicos del momento y facilitarle todo el material por la Biblioteca de Música que dirige.
La novela comienza cuando Jacques ya ha sido asesinado. Victor lo está reemplazando en la Dirección de la biblioteca. Aparentemente habría una reivindicación de la memoria de Jacques pero detrás de esto aparece la sospecha de un asesinato por parte del sobrino y sus amigos. ¿Qué hay de verdad o mentira en esto? ¿Por qué habrían de emprender algo tan atroz? ¿Qué hay de la relación mas o menos equivoca con la novia de su sobrino: Albertina? ¿Quién es Albertina en realidad? Y quien es MARIA GRIVA? Qué papel juega la ciudad de AMSTERDAM como dramático escenario de este crimen tan extraño? Por qué se querría asesinar a Jacques, un viejecito tan sarcástico, pero a la vez tan dulce? Qué cuenta en realidad el poema que Víctor elige para recordar a su tío?

Me propongo contar cómo es que Víctor sin darse cuenta se confiesa como el asesino de Jacques, veladamente y detrás de una aparente inocencia en la crítica literaria sobre el último poema de Jacques, donde evidentemente se lee su muerte próxima... La novela será el desarrollo del por qué.

Las drogas le ofrecieron colores ardientes en el interior de su ojo blanco y opaco.



PROLOGO

Resulta hasta el día de hoy imperdonablemente ignorado que Amsterdam Cementerio (o "Cementerio Amsterdam", o tal vez "Amsterdam ¡Cementerio!" o quizá...) haya sido el verdadero nombre de la maravillosa composición difundida ambigua y torpemente como Madonna Mia, cuyas iniciales dicho sea de paso, corresponden exactamente a una doble repetición de Minouche o Manouche todo lo cual se aclarará más tarde.
Verdad es que a su primera aparición casi pirata en el pequeño volumen conmemorativo del bicentenario de esta Biblioteca llamó mucho la atención. Y verdad es también que debido a la máscara del profesor Jacques como "Comus", en esta elegía se hace presente el oscuro conflicto entre la sensualidad instintiva y el ideal de pureza más elevado. La desesperante y lamentable muerte de Jacques Nils, el delicado autor de esta elegía que el lector no tardará en conocer, y de la cual me estoy encargando en persona de cuidar y difundir debidamente, ocurrida ya hace exactamente dos meses, hace que el público más allegado a la Biblioteca, sus amigos y en general el mundillo intelectual más selecto de esta ciudad, se pregunte por la relación precisa y secreta con la Musa que lo convocó a la escritura y que lo condujo a hacer el amor con "Amaryllos" y "Pneumon".
El poeta declara con seguridad que "la Fama es un vegetal que crece en tierra de los mortales", es decir que le resulta absolutamente imperioso tomar las delicias del placer terrenal pues la virtud más completa es aquella que de ningún modo soslaya el componente celestial del goce.
En Amsterdam Cementerio -o Madonna Mia- elegía pastoral escrita en el invierno de 1994 y último de sus poemas perteneciente al período de su voluntario retiro, el profesor Jacques Nils se muestra una vez más no sólo el heredero de una antigua edad de esplendor literario sino también el profeta de una nueva.
Un viejo compañero de colegio, Eduardo Kollman, había fallecido de una extraña enfermedad viróscica en el año 1980 en la ciudad de Roma, y el profesor Nils, nunca repuesto del todo de aquella indeleble impresión, decide continuar con el clásico hábito poético de representar a su amigo y a sí mismo como dos pastores. El profesor Jacques utiliza también el simbolismo de sus predecesores latinos introduciendo faunos, sátiros y ninfas marinas, pero una vez más no se contenta con el simbolismo pagano y es entonces cuando introduce una nueva alegoría del pastor cristiano, responsable del cuidado de las almas humanas.
En este punto, el lector puritano y monárquico deberá hacerse rápidamente a un lado pues lo que hace el profesor Jacques con envidiable destreza es utilizar este nuevo simbolismo para denunciar los abusos en los que se ha precipitado la Iglesia. En cualquier otro poeta esta enseñanza moral hubiera vedado el libre uso de la imaginación desatada pero Nils nos ha demostrado ser un verdadero maestro a la hora de combinar el propósito moral con la más alta de las poéticas.
En esta exquisita composición la imaginación termina exhausta por sus continuos movimientos y sus volteretas graciosas y frescas, y el lector puede sentirse deliciosamente transportado a lo que podríamos llamar el imaginario del Renacimiento pagano sobre el cual Jacques era todo un especialista, según lo cuentan los que concurrían asiduamente a la Biblioteca en busca de sus opiniones, comentarios y sugerencias.
Muchos críticos se han asomado ya a esta obra pero a decir verdad en general con poco éxito y han señalado que Amsterdam Cementerio, a partir de la unión insólita de dos sustantivos tan llamativos, aunque su verdadero nombre no se conozca todavía y en cambio se recuerde el funesto título de Madonna Mia, es un lamento pastoral por Eduardo Kollman, un estudiante de filosofía que encontró su muerte en la imperial ciudad, un suceso más que deplorable y a partir del cual Nils forjó una inmortal elegía sobre las esperanzas para siempre perdidas.
El principal tema de esta composición pastoral es el rechazo absoluto ante la posibilidad de que la vida se quiebre antes de su madurez y apogeo. Pneumon se pregunta varias veces por todo esto y Jacques hace responder a Amaryllos sobre la muerte de Eduardo. (En principio, Eduardo Kollman moriría de Sida antes de llegar a ser sacerdote).
La vida es guerra y caos y en la compleja alegoría de nuestro autor, Eduardo Kolman, que dicho sea de paso se encontraba en las vísperas de convertirse en sacerdote, representa la calma y la resignación de la religión más pura. No hay una sola interrogación simple en toda esta obra sino más bien un álito de dolor y tiempo que resume la vida y la muerte.
Haber transcripto la elegía toda -que consta de 869 versos- y haber adjuntado el comentario a continuación hubiera sido no sólo un trabajo engorroso sino también y por sobre todas las cosas condenado a la inutilidad. El lector no tiene más que acercarse un domingo cualquiera a la Biblioteca Central, en el horario de 14 a 18 horas para poder consultar el inapreciable poema y a su vez, cosa que quizá posea aún mayor atractivo, poder apreciar los peculiares textos de su período joven y los objetos pertenecientes al benemérito profesor Jacques Nils, que honró con su trabajo, su presencia, su capacidad y su dedicación a la institución más sobresaliente en lo que a literatura musical se refiere en esta ciudad.
No será fácil y apresurado saborear la excelencia de este gran poema o seguir minuciosamente las andanzas de los personajes que en él se mueven, teniendo en cuenta que el profesor Jacques Nils ha sido un gran admirador de Pope, Dryden, Virginia Woolf, Virgilio y Homero.
No será fácil, reitero pero sin embargo emprender una tarea de este tipo le deparará al lector curioso una adorable y deslumbrante aventura.

Mayo, 1996. Amsterdam, Holanda.
Vittorio Falcone
Actual Bibliotecario y Sucesor Honorario

* * *


UNO
Como si los personajes escribieran, en blanco y negro, bufandas, viento. En Amsterdam el agua es el sitio donde quedarse. Lo que escribo es el estado de la hipnótica ciudad. Posibles personajes: María Griva la prostituta gitana, las nenas, Gordon, Víctor.
Porque el hastío en Amsterdam no tiene nombre, o más bien sí se llama Amsterdam a secas, encierro, Amsterdam cementerio. ¿Dónde queda la gente que resiste? Treinta y cinco personas o treinta y ocho o un poco más de gente en algún bar donde hay víctimas y no héroes. Gente triste. Pasiones tristes. A eso tienden las aguas de Amsterdam, los canales y la lluvia, toda el agua de Amsterdam que es mucha. Abandonados en la corriente los personajes todo lo fotografían, todo lo filman, todo lo acumulan en una compulsión nipona por el registro.

Las historias sólo existen dentro de las historias.

Aquí en Amsterdam en lugar de preguntar la hora yo preguntaría en qué año estamos, qué mes, si es invierno acaso o primavera. Pues es lo mismo. Todas las historias de Amsterdam son sobre la muerte o sobre la libertad, que sería lo mismo.

Lo que se me pregunta es a la vez difícil e inútil. Aunque mi nombre sea Jacques y tenga ya setenta y tantos años y me haya pasado casi toda la vida en este lugar nunca he contado las casas ni me he informado acerca del número de habitantes.
Pero, sobre todo, en lo que concierne a la historia de esta ciudad, sólo Dios sabe hasta dónde subía el pecado y la crueldad en otras épocas.

¿Por qué no recorrer este boulevard por cuarta, quinta o sexta vez? Vicios privados, amores extraños, gestos criminales. ¿Qué se encuentra de tentador y de placentero en esta callejuela pequeña y sórdida?
Empezaría así quizá algún relato sobre Amsterdam o alguna historia de folletín turístico. O más bien era acaso no un comienzo sino una poderosa continuación, un desplegarse una vez más y más, un extenderse amorosamente hacia los lados en un gesto de historia tallo que se adapta aquí, se reescribe por allá y progresa a lo ancho, hacia un abismo de hojas o tal vez se tuerce, se moldea hacia el pasado, hacia la infancia.
Ese meandro delgado y chueco describiría de manera perfecta cualquier itinerario de transeúnte que pretendiese circular por ese espacio imponderable pero feroz.
La ciudad, es cierto, puede cambiar de método. Sus órganos centrales no funcionan siempre de igual modo. Pero lo fundamental es no intimidarse. Si se es una bella muchacha llamada Albertina en la búsqueda de un lugar aparte por supuesto no se está libre de una posible dominación. Una ascendencia de identidad y de imaginería.
Incluso a los amantes que recorren sus calles les da de vez en cuando una rabia peligrosa, y es así como atentan contra el cuerpo de la ciudad que merece amor.

Aquel pequeño papel decía María Griva y ese era el nombre. Una tradición de soledad griega persistía en él y la acompañaba siempre. Al pronunciar María Griva se figuraba al artista que baja hasta el mercado y que regresa a su estudio con la primera gitana encontrada en la calle. La retrata tal como es, uñas negras, párpados tricolor, mirada perversa. No le pregunta su nombre pero se llama María Griva. ¿Acaso era ella? ¿Lo había sido alguna vez? ¿Cómo serían los peregrinos que van a pedir la gracia al santuario? ¿No eran esas calles también una colección de diminutas gracias? ¿No eran los hermosos ojos de aquella muchacha llamada Albertina Minouche también dos vulnerables joyas de la gracia?
María Griva -lo había descubierto- era la confluencia sospechosa entre el tango, la literatura y el alcohol. Anacrónica, fuera del tiempo, congelada, la gitana puta, la sucia y la ladrona de los estereotipos parecían fundirse maravillosamente en ella a la manera de tres hermanas solidarias y ambiguas.

Amsterdam es la ciudad de la que hablo, de la que hermosa y violentamente intento hablar. Amsterdam es como un gran campo de intensidad concentrada, la sensación de pronunciar Amsterdam y tener un par de lobos blancos temblando y aterrados en la punta de los labios. Un verdadero nombre propio como María Griva o Albertina Minouche, íntimo gesto de un devenir ciudad, devenir cuerpo, devenir corpus. Porque allí la voz de un hombre resuena como un coro de voces, una multiplicidad femenina y maleable, como pequeñas Amsterdam elásticas en la garganta aullando, esperando.
Es que Amsterdam roe la frente dura de una mujer. Los ojos en Amsterdam son barcazas heridas de luz; puentes y mercados y telas son amantes de la ciudad, experta en traficar sus joyas.

Tu historia, María, tiene perfil de leyenda. Te pido que al menos me cuentes una historia propia.

No podría Albertina explicar por qué en esos momentos siempre volvía recurrente la idea del pincel y del pez. Había soñado con un pincel y con un pez alguna vez pero María Griva ya estaba en Amsterdam.
Añoraba un pañuelo chino de seda color violeta que una vez había usado pero que ya no tenía; añoraba un par de cafés densos y persistentes con un tal Pierre por el '79, todo eso sobrevivía sin dudas en su cuerpo, atesorado en su cuello o en su boca.

Lo que se me pregunta en fin no es más que una necedad. He vivido toda mi vida aquí y en estas calles dóciles como conejos, voluptuosas como gatos de ojos amarillos, no he tocado un solo dedo anular, no he abrazado un solo cuerpo ardiente.
Sólo Dios sabe qué hubiera podido suceder con un encuentro semejante. Pero por fortuna en Amsterdam no se producen encuentros.


¿Para entender qué se comienza por el principio? Mejor plantear una simple respuesta y convocar otras réplicas y otras y así siguiendo. El infinito existe.
De qué me servirá ahora hablar de toda la historia en el obsceno momento del presente, donde me regocijo en el instante potente y festivo.
Tal vez baste decir que la violencia en Amsterdam es sólo un encuentro entre todos los posibles. Un transeúnte puede vislumbrarla al pasar o más bien toparse con ella en un hermosa plazoleta verde e impecable. O quizá recorra Amsterdam cuatro o seis días y no encuentre nada, o tal vez intuya que no hay que buscar ni encontrar sino prepararse, acomodar la garganta y la nariz para un choque, una colisión con ciertas letras, con ciertas imágenes, con ciertos objetos.

Capital de los Países Bajos, en la desembocadura del Amstel. Uno de los principales puertos europeos. Cruzada -atravesada, atravesada es la palabra- por numerosos canales, se la denomina también la Venecia del Norte. Centro financiero mundial y comercio de obras de arte. También principal centro de tallado de diamantes, un Museo Nacional con obras de Rembrandt. Patria de Spinoza. Nada más. Un asqueroso parrafito en el vetusto diccionario de la casa. ¡Qué forma de ambientarse che! Parece un telegrama anónimo y mirá toda esa gente razonable haciendo cola. Esperan su turno, un espectáculo por ejemplo, como en Buenos Aires. Estamos en Amsterdam y también acá, centro bolsístico financiero, diamantes y Spinoza se te hielan las manos, y es invierno y todo se ve bien y por un instante todo promete Rembrandt y los canales, en la desembocadura del Amstel que se parece a Amster, que se parece a Auster, que se parece a Arles, Amberes, Auvers.
Lo mío nunca fue la geografía y sus nombres eso es cierto pero en cambio siempre me ha gustado el juego. El arriesgar cualquier objeto un dado un naipe una nota hasta estampar una hermosa mosca negra en un pentagrama vacío.
Las palabras están como inclinadas rezando, en ceremonia; ellas también como extraños pájaros negros dibujados en papel color de rosa. Las palabras son en rigor un juego muy atractivo, como lavar el pelo de una bella mujer estando inclinada como rezando y comenzar a hacer algo que todavía no se sabe cómo será, arriesgando notas simplemente.
Tal vez eso sea Amsterdam. Una solitaria caja tapada, un acto de destapar lo que no se conoce, un acto de pura extranjería por así decir.


Nuestras relaciones se limitan a la ironía y un poco de buen humor de vez en cuando. El sin dudas se ha transformado en un viejo pedante que exasperaría hasta a una carmelita. Jacques Nils creo que es su nombre completo, ¿no es cierto, mamá? Aunque probablemente haya más nombres y yo no me acuerde. El tío ha dejado de hablar conmigo hace tiempo. ¿Su apellido es sueco o danés? Ya no lo sé. No es un nombre cualquiera. Acá todo se mezcla. ¿Oskar y Ageda son nombres suecos? ¿Te acordás que te hablé de Oskar y de Ageda? Trabajan todavía en el restaurante conmigo; es realmente divertido.
Oskar y Ageda habían dicho a dúo dos semanas después de que llegué a Amsterdam "Víctor, ya lo conocerás. Bajo su máscara de filántropo se esconde una piedra", y luego habían reído sonoramente y me habían sugerido que no me lo tome tan a pecho.

Hay reglas de pensamiento que luchan entre sí y autoridades que entran en conflicto o que se desvanecen. Y no hay una clara definición de la trampa. Así es Amsterdam, pensó Albertina antes de entrar al cine la tarde más fría de ese invierno. Iba jugueteando en su cabeza una pequeña frasecita leída en algún libro de la enorme biblioteca que dirigía Jacques y que solía visitar todas las mañanas lo alto predispone al salto lo alto predispone al salto, y esa agradable cacofonía sonaba como una música fría y sabia en su lengua, y eso la seducía exquisitamente. Las palabras la seducían más que nada en el mundo.

...uñas negras, mirada perversa. Pero su nombre es María Griva. María es una palabra inofensiva, bella, turgente y literaria y bíblica. Ella es una gitana milagrosa y literaria. Pero no la María Magdalena, o sí, tal vez sí... ¿Cómo son los religiosos nómades que van a pedir la gracia al santuario?
Estas calles ofrecen diminutas gracias, como los hermosos ojos de aquella muchacha llamada Albertina Minouche que acabo de conocer en el restaurante. Albertina Minouche. ¿Qué te parece su nombre? ¿No es hermoso?

Ya que usted me lo pregunta, le repito. Es difícil e inútil. No tendría ningún provecho investigar lo que se esconde en el fondo de cada barcaza, la luz del atardecer en el boulevard A o el número de niños en edad escolar en la callejuela B. ¡Dios sabe si llegaremos a verlo pero puedo asegurarle que la hora les llegará! ¡Hacen el mal y temen al hombre y a la muerte, pero ciertamente su hora les llegará!

Era una tarde sin mucho movimiento, todo tranquilo por acá en la cocina y de pronto un menú completo y parecía que había mucho hambre y qué se le va a hacer hay trabajo desde temprano qué loco que hay que estar para cenar a las tres de la tarde, una linda tarde soleada, aunque hay muchos que ya a las seis o seis y media te joden con unas carnes, o algún plato frío pero sofisticado... bueno igual es divertido. Nos reíamos mucho con Oskar, el cocinero principal, es alemán él y su esposa Ageda que trabaja también aquí aunque esté embarazada ya de cinco meses, una turca que está buenísima y que hace todo como los dioses, turbulencias cuando uno la ve pasar y se llevan tan bien y son tan buena gente que de vez en cuando le hago un regalito para Frédéric que está por llegar, que va a ser tan lindo seguro, esa panza se ve formidable. Pero bueno ahora hay que cortar un poco de esto y preparar bien esto otro, el plato necesita un poquito de..., por lo que se lo van a cobrar más vale que quede bien, que entre por los ojos primero como todo. Pero para quién es esto, un batallón va a tener que comer, a ver nos asomamos y ahí está una tierna mujercita sumergida en un capote verde oscuro, con todo este sol, de dónde viene, es hermosa, y esos ojos, qué bonita es, Oskar se ríe siempre que me ve en estos estados y también aquella vez se rió. Aunque me era una cara familiar la de esa chica tan frágil. Vamos, espero que te guste esta comidita, dónde la vas a poner, tesoro, qué bonito verte comer, dónde irás después sería bueno saberlo, salgo a las once pero sé que es muy tarde, dónde irás dónde, siempre ocurre que uno está en la cocina lejos del salón y no puede comunicarse, pero Víctor ¿todavía no terminaste?, qué estás esperando, se puede saber qué mirás. Ageda se ríe en toda su panza y se mueve todo su cuerpo maternal y toda su gran masa de túneles de miel y flan y todo tiembla en su piel y se ríe de mí de manera franca aunque su idioma aún no se distinga bien entre el turco el alemán sabe algo de inglés pero más vale que... me encanta es bellísimo su cabello, nunca vino por aquí, ¿no es verdad? aunque en realidad creo haberla visto antes y es muy extraño pensarlo así pero creo que en la Biblioteca apareció varias veces, o tal vez se parece y no es ella, hablando con Jacques también la he visto si mal no me acuerdo.

* * *

DOS
Al principio, tal vez parezca todo puro desatino y retórica, vana exhibición de fuerza sin belleza. Pero a medida que transcurre el tiempo se verá que esas extrañas combinaciones y ese tempo siguen una ley peculiar: la indómita imaginación de un grupo de jóvenes. Aquí casualmente surge el ejemplo de su empleo favorito, con aparente discordancia pero con un vigor distintivo.

Por ser su primer intento de entrevista no fue demasiado brillante. Antes de comenzar estaba segura de que los oyentes se divertirían mucho, Víctor ya verás será algo grande. Bueno, en realidad...

Veo que usted está bien informada...
Sí -admitió Albertina- empezar un diálogo es siempre difícil, así que opté por su curriculum.
Esto confirma que un diálogo puede ser un torneo y una esgrima feroz, ¿no es verdad?
Yo creo que la entrevista no es un género hiriente. Es posible grandes entrevistas -confiaba Albertina con una sinceridad de cordero despanzurrado.
Espero que esta lo sea. Pero a veces el periodista no quiere fundar sino desarmar el diálogo, de manera casi inquisitorial.
Bueno, puede pensarse que el periodismo es un lugar donde se revelan vidas exitosas, y eso puede resultar violento y hasta patético.- Sí, en verdad la vida de Jacques era un poco patética pero no es forma...
A mí me pone sinceramente muy nervioso todo esto; no me gustaría parecer un personaje odioso y no creo que a usted le guste que la llamen periodista.
De ningún modo, "Tradición clásica de los diálogos y búsqueda de la verdad" este es el título de mi trabajo sobre el efecto iluminador en la mayéutica... Platón.... etcétera. -Ya salió de nuevo con eso... mejor que se dedique a la música.
No logrará impresionarme ni hacerme decir lo que es un secreto indebido, lo que no quiero ni puedo decir.
No crea que empleo una idea coercitiva en estas interrogaciones.
Diga más bien interrogatorio, señorita.
¿El intelectual es un arqueólogo?
Le gustan las ruinas porque niega el progreso.
¿Ni siquiera adopta el progresismo de la razón?
Si el mundo fuese un mundo binario que se dividiera entre un ideal de progreso y un ideal de oscurantismo y retroceso sin más todos elegiríamos el progreso. Sin embargo, no termina ahí la discusión. En realidad no hace más que empezar. Esta es una discusión en la que ya habrá notado señorita mucha actualidad. Bueno, porque la idea de ruina desafía todo el aparato del progresismo.
Idea gótica la idea de ruina. ¿Estética romántica del desastre? - Bueno, tiene 22 años, es joven, no sabe lo que hace.
Oh, señorita, tiene usted la terrible fatalidad de darle un nombre inmediato a todas las cosas. Yo digo simplemente que lo arcaico puede resultar muy interesante.
De este modo, el tiempo aparecería entonces con toda su complejidad y su misterio, no como mera tensión lineal hacia un futuro de alguna manera deseable.
Claro, es estimulante preguntarnos qué partes del pasado nos tocan ahora por ejemplo.
¿Qué contornos imprecisos tiene el presente? ¿Qué parte del futuro no podríamos prever nunca?... - Sí, sí, sí, sí, Albertina es tan dulce.
Señorita tiene usted la paranoica quebradura de la razón que sufren sin excepción todos los músicos.
Es un tema que me intranquiliza.
Llego a percibirlo levemente.
¿Acaso usted ha creado alguna vez a partir del desconocimiento de sus propias fuerzas creativas? ¿No a partir de la lucidez sino a partir de la oscuridad?
Sí, Oscuridad es la palabra. Me gusta. -Jacques se sentía verdaderamente a gusto.
Usted es un escritor de la tradición romántica entonces... ¿Cuál diría que es la cualidad de su conciencia artística?
¿Cuál es la cualidad de mi conciencia artística? -aulló Jacques de improviso.
Hum... Creo saberlo. La conciencia que sufre.... El dolor.
Debate inagotable si los hay! En el sentido de los debates inagotables, es decir un debate inagotable es quizá aquel debate que no está bien planteado.
Por eso es inagotable.
Efectivamente, señorita.
Su estilo es de una gran mordacidad.
¿Usted quiere decir un estilo crítico, pero a la vez enigmático, no es verdad? Escuché que todo eso está de moda en la Universidad.
No es sólo una moda -se indignó Albertina.
Bueno, pero logré tranquilizarla un poco.
Creo que en el fondo usted es una figura frágil y tierna.
Además poseo, debería decirlo, la cuota de ridiculez que tiene toda figura más o menos pública que se ve obligada a entrevistas como esta después de un premio importante. Pero me gusta, no vaya a creer...
Acidez vitriólica y ternura indefinible. Es conmovedor.
Usted tiene algo de adorable a pesar de todo, señorita. Señorita...
Albertina. Mi nombre es Albertina.

Lo que nos mantenía vivos era ese estructural debatirse con la muerte, esa terrible y añorada presencia que nos hacía confluir en el bar de nueve a once, y nos llevaba al médico una vez cada tres meses, estúpidas y necesarias inspecciones de rutina.
Lo que nos mantenía a salvo en medio del cementerio era esta sensación de no haber tomado los recaudos necesarios antes de salir, la íntima convicción de quien recibe algo en préstamo y debe antes de restituirlo sacarle el mayor provecho. Y Amsterdam que es tan buen lugar para descubrir esto se nos caga de risa en plena cara, nos levanta en una mano y nos tira contra el piso.
Amsterdam. Había sido un puente entre Víctor, María Griva, París y el infinito. Todo Amsterdam era un puente bajo el cual se construían canales casi como excusa. Porque un puente sin agua es un llamado a la rebeldía de cruzar por debajo, una incongruencia lógica, un abismo insalvable que se nos va metiendo dentro.
Pero el puente estaba roto, y desde el centro del agujero se llegaba a divisar el agua, y Buenos Aires era tan agua como Beirut o El Cairo, y Víctor era tan agua como una salamandra es fuego. El puente estaba roto y el agujero se llamaba María, y una mujer indefectiblemente debe llamarse María para romper un puente. En Amsterdam era una gitana que echaba suertes como en Belén había sido la esposa de un carpintero y en París una bioquímica que descubrió el curio.
María Griva era el agujero, el violinista y las lecciones de composición musical no eran más que paliativos, "apósitos protectores" leyó en la caja de las curitas -diez apósitos protectores-. La explicación la satisfizo a medias, extrajo un pequeño sobre, lo abrió y se enrolló uno parcimoniosamente alrededor del meñique izquierdo que todavía sangraba.
"En la vida no se deben tomar prisioneros", había dicho la gitana y esa fue casi una declaración de guerra sin cuartel del cual ninguno podía salir vivo, allí en las mismas calles donde 50 años atrás se habían reunido los arios en una invasión que dio carne a los perros y pasto a las aves. Pero en Amsterdam siempre estaba la otra posibilidad, el huir del cuerpo a cuerpo para abrir las compuertas del canal y que el agua nos desvaste, nos limpie definitivamente. "Sin prisioneros", tronaba María Griva dentro de su cabeza y la sangre en el dedo convertía la frase en un presagio ineludible; ahora que primero había sido la sangre y el vaso de agua roto y después María Griva, mientras el profesor Jacques pateaba a un costado su exposición para interesarse por el grado de lesión que la periodista -Albertina. Mi nombre es Albertina- había sufrido.

No es nada, gracias -respondió sin poder ocultar el pánico en sus ojos y trató de retomar el hilo de la entrevista pero era inútil, ya todo era María Griva, ya todo era la gitana de ojos verdes y uñas negras que había cruzado en la calle el día anterior.

¿Cuál podría decirse que es entonces la cualidad de su conciencia artística? -escuchó como sus miembros preguntaban, desde muy lejos, con una minúscula sonrisa, tratando de restablecer el diálogo definitivamente quebrado. Desde atrás del agujero, quién sabía adónde estaba ahora, lejos de la radio, con sus oscuros ojos verdes la gitana de pantalones amarillos y brazaletes de mimbre.
El profesor con la clásica ofuscación que ese tipo de preguntas causa en este tipo de personajes, dijo que prefería no responderle.
Por lo demás el verano estaba casi por llegar. Como para exorcizar la mala estación que nos abandonaba. Ibamos recalando en distintas ceremonias sociales, siempre juntos, siempre dispersos. Prostíbulos, restaurantes, velorios, la biblioteca, el conservatorio, tertulias en general, y un buen día alguna glorieta pública. Las reuniones en casa de Jacques eran un espacio de temible belicosidad, Jacques siempre en pie de guerra, lugares todos tan comunes y de ninguna manera comunes.
Casi siempre eran lazos amistosos entre nosotros, sobreentendidos pero nunca familiares. Estábamos dispuestos continuamente a emprender aventuras, si en los suburbios mejor, recorrer algún camino juntos aunque fuera el último, explicando casi con nuestros rostros la acepción menos trivial de la palabra aventura. Resultaba este trío un poco risueño un poco triste pero de hecho éramos toda una reconstrucción de la propia identidad si es que alguna reconstrucción aún es posible en Amsterdam. Tratábamos de probarlo. Los tres extranjeros, los tres solitarios, un poco bandidos y tal vez cretinos del todo. Un parque, un gato, un sonido peculiar eran siempre los mejores motivos, casi los únicos por los que detenerse o internarse en algún sitio poco conveniente. En bicicleta a veces constituíamos una flota adorable, desigual, cómica. Albertina tiene piernas que se cansan rápidamente, en cambio María Griva... María aplica su vigor que ya no es juvenil y sus músculos realmente parecen ser extraordinarios. En realidad, nunca hemos visto las piernas de María, sus pantalones amarillos y sus tremendas faldas no lo permiten pero se podría soñar con sus piernas y me temo que sería un sueño sumamente placentero.
Nosotros tres, antes de la muerte de Jacques, porque hablo antes de todo aquello, antes de todo ese funesto y complicado plan, éramos un vínculo que se instaura a la manera de una casa, un hábitat propio, toda una realidad moral y política, aunque la moral no nos interesara y de la política supiéramos muy poco. Piense usted, no hay para la ley un ciudadano respetable que no tenga una casa. "Al fundar una casa se anula la autonomía, se refuerza el hecho de compartir un espacio cultural", filosofaba Jacques con su habitual falta de oportunidad. Bueno pues sí, éramos como una casa, una marca repetida, más allá de todo entusiasmo.
"Ser vecino es una manera de sociabilidad distinta, más cercana a la descripción de la muerte", dijo Jacques en una ocasión. Jacques siempre iba un poco a destiempo, fuera de tono, a un costado como cansado y lento. Paciente y minucioso rumiaba las palabras días enteros y de pronto (podía ser tomando un helado o un café, una mañana cualquiera) se despachaba "unas pocas líneas" como él mismo llamaba sus largas parrafadas. "Usted es mi vecino, los vecinos van a los velorios de uno cuando uno ya no está o acaba de estar por última vez y Albertina se encuentra sola, y María Griva fumando por los rincones, porque así se comportan en los velorios y en los funerales". Y así también se comportaron cuando Jacques, y son siempre así en toda ceremonia que les imponga quietud y filosofía. "En fin, los vecinos conocen los movimientos de uno, cuando entra o sale, cuando llega con alguien, si pegó o no pegó algún grito, si tiene apagada la luz desde temprano o si lee una novela antes de dormirse", reía Jacques.
Un pasajero inglés, al que interrogaron después de que se hubo terminado todo, declaró que a Mr. Nielsen le había causado admiración una niña gitana que viajaba entre los inmigrantes. Es cierto que Jacques conoció a María de manera poco formal pero de ahí a suponer que una niña...

A medida que han transcurrido los días la situación ha ido enrareciéndose. Es un hecho que muchísimos fragmentos están unidos por palabras-guía; toda la colección de indicios podría decirse que está ordenada. Es un hecho que desde las más tempranas hasta las más tardías pruebas, las repeticiones son cada vez más numerosas. Ya empezarán a descubrirse los juegos. No es una simple conjetura que este proceso se extienda incluso hasta el manuscrito más trivial.

Aquella viejecita se comportaba de manera tan dulce y a la vez era tan árida, que esa casi insolente ambigüedad hizo que Albertina permaneciera a su lado.
"No me muero -dijo el primer día que hablaron- eso derrumba los cálculos de la gente joven". Y guiñó un ojo. Albertina creyó en la historia de unos hijos desalmados y unos nietos indiferentes. Luego se dejó conducir por unos pasillos como de papel mallé, atestados de objetos y de detalles que por su propia proliferación desvanecían sus contornos.
Una noche de las primeras, cenando con la viejita tan amable y conversadora (sabemos que la pieza había resultado hermosa y limpia, las cervezas ayudaban y el calor también ayudaba) ella supo de Sara la hija, también de sus nietas en Norteamérica y permaneció silenciosa ya por el resto de la velada.
"Las mellizas siempre dicen la verdad. Son niñas. No leen sobre la vida y la muerte. Tal vez por eso pueden decir la verdad."
Más abajo, María Griva está tendida y muestra con su jadeo que acaso la muerte o el sexo avancen rápidamente. Al otro lado de la calle desierta un grupo de amantes virtuosos, sátiros, carneros, madres y murallones de roca señalan su triste mueca. El centro del cuadro es María Griva y el agua salada de su mirada verdosa y gris se extiende como un río y una desembocadura... una emboscadura.... una bocadura... una boca dura. ¿Qué no descubrir en las maravillosas piernas eclécticas de María Griva? Sus simpatías son también maravillosamente eclécticas. La exactitud arqueológica de su traje deja vislumbrar su genealogía de prostitución y nomadismo pero la escena se refiere siempre a otra cosa. (Mi énfasis sobre lo ecléctico no quiere decir que piense que el simbolismo cristiano ha perdido la potencia de conformar un poema. El mito permanece vivo sólo cuando mantiene su capacidad de provocación profunda, de conmoción y reconocimiento. No hay dioses y usted puede complacerse.)
Para Albertina es esa la escena más mágica que ha visto en toda su vida. Los colaboradores en ese misterioso teatro callejero lo saben. Un hombre de intención maliciosa, un asesino o un amigo son de por sí admirables en Amsterdam, uno de ellos, no puede saberse cuál, se acercó a Albertina para pedirle fuego:
¡Qué pensamientos adecuados se tienen aquí! Falsas celebridades y un ingenio falso a la orden del día. Apuesto a que esto la tiene totalmente abstraída, señorita. Esa gitana es una pieza espléndida, digna de los más exigentes coleccionistas.
¿La conoce?
No, pero me gustaría una conversación a solas con ella... -rió sonoramente.
¿Qué puedo decir de Amsterdam -qué puedo decir de ti- que todos los de la escena no sepan ya? Entrar en tu arte -entrar en tu arte- María Griva, es adentrarse delicadamente, deslizarse delicada pero pesadamente uno en los demás. Es como añadir un lector defraudado de poesía en la agudeza de una mirada lateral o en un gesto oblicuo de novela.
Tus lectores son también admirables.
Aquella tarde Albertina había salido del cine hablando y pensando en alemán. Había adoptado muchas palabras y las pronunciaba incesantemente, en silencio, recordadas y dóciles. De improviso, había tocado su dedo anular y ya no tenía el anillo. No se desesperó y corrió hasta el cine. El cuidador había retenido la pequeña pieza de jade y plata, apartándola. Al llegar Albertina la divisó de inmediato. La señaló. Se la dieron unas manos hermosas y flexibles. Por dentro consideró con gratitud las palabras que a la sazón balbuceó el hombre, pero ya salía hacia afuera en compañía de esas manos. No recordaba si murmuraban algo en alemán, holandés o inglés.
(Quisiera, sin embargo, insistir sobre este punto. No se añade a la poesía de manera pintoresca un único refugio sino que se producen determinados efectos dramáticos. Mucha de la suntuosidad de los trajes depende de una potente fuerza ilusionista, el carácter de las diversas telas y géneros no es fácil de distinguir y casi siempre los más ricos los lleva la heroína.)
Los más pequeños detalles de la indumentaria de aquella extraña mujer la seducían, como el color de las medias, el dibujo del pañuelo en el tobillo o las mangas ampulosas y bailarinas en acecho de la verdadera importante zona del brazo que se iluminaba en las manos. Un atavío, dicho sea de paso, que no puede ser comprendido más que por un ojo lateral, arqueólogo, un marinero náufrago o un actor desempeñando el papel de amo.
Reparto de un lote de magníficos gestos.

¿En qué lengua se debe relatar cómo Albertina ha dejado su país natal? ¿Cómo podría explicarse que ha ido a vivir a Amsterdam para estudiar viola da gamba? La gente que conoció ese primer día, ¿en qué lengua la habrán saludado? Se debe narrar tal vez, si se quiere ser exhaustivo y realista, cómo se ha enamorado y cómo también ha empezado a luchar contra ese amor. No cabe duda que la tarea de contar todo esto es compleja. Por lo demás, la muerte es un sueño seguro para la memoria.
Esta historia es como una fruta. Muestra cientos de negras semillas, tal vez una pieza sudamericana de inestimable valor nutricional y antropológico. Negras semillas que proliferan hasta hacer perder de vista la pulpa de este delicioso y extraño alimento.

La primera noche Albertina había soñado con un pez. Había probado comida pakistaní en un suburbio de Londres y ese fuego voluptuoso volvió a su mente. Era como si la misma voluptuosidad de Amsterdam cometiera un crimen contra sus paseantes y penetrara en el sueño mismo.
Un día supo Albertina que ocurriría algo extraordinario y María Griva la llevó a conocer la pieza que a la sazón ocupaba, unas pocas cuadras más allá de la radio. Era un cuarto inmenso, elevado, con una salita pequeña atestada de cosas que además de baño era hall, alacena, despensa, guardatodo. Albertina sintió olor a velas, aceites, perfume barato, sahumerios, comida, todo entremezclado en un coctel nauseabundo. Preguntó a qué se debía el amontonamiento extraño (más extraño aún que todo el resto) de una veitena de cajas azules. María Griva respondió un par de sonidos ininteligibles y pronunció un nombre vagamente femenino, vagamente francés, algo parecido a Nené o René o algo así, y acto seguido, acumuló explicaciones sobre un acuerdo, es mejor así, ya no la soportaba, tuve que darle dinero, tú sabes Albertina, nada es gratis en esta vida. Albertina no preguntó más. Ya no quiso saber.

Estamos hechos de líneas. Y no me refiero únicamente a las líneas de escritura. Las líneas de ferrocarril que se conjugan con otras líneas en toda cartografía son fundamentales, líneas de vida, líneas de fiebre, de tránsito, de suerte o de destino, líneas que crean la variación de la línea propia, líneas que están entre las líneas escritas, entre otras muchas marcas, en una mano por ejemplo.
Las profundas líneas zanjadas en las mejillas, a través del tiempo, a través de la gente. La línea de destino, la traza dejada por el río, un meandro perdido y sinuoso.
La línea del límite. El límite que hace surgir las diferencias entre unos y otros, nombres, reglas, rasgos singulares. Amsterdam y Buenos Aires.
Fraguados en hilo de lino, somos líneas, rasgos. Hebras, entrelíneas, aliños, desaliños. Linajes, líneas de descendencia genealógica...
Líneas de la composición, linotipia de los sentidos...
El Ecuador no existe. Uno va en barco y le dicen: "Aquí pasamos por la línea que señala el Ecuador", y los chiquillos asomados por la borda para ver, con ojos grandes de sapo, para ver dónde está la prestigiosa línea, la señora línea blanca, la respetable línea dibujada maravillosamente en el agua, la imperceptible línea pero tan real como suena a la imaginación toda la palabra "línea". Y la decepción de encontrar pura agua. Agua y nada más que agua, de meridión a septentrión es la línea imaginaria de la convención geográfica. Bah! El Ecuador no existe, exclaman los niños decepcionados e inmediatamente corren tras una gaviota que voló demasiado bajo, muy cerca del barco.
María Griva lee todas las lígneas. Las líneas ígneas del cuerpo, las líneas de fuego... Las de las manos son sólo el comienzo, en una lectura vertiginosa y ritual a través del cuerpo todo. Lingam.

Ya se ha visto cómo van desplegándose los juegos.
Se lo diré en unas pocas líneas. Aunque así sea, todo el mundo reconoce el estado relativo en este caso. El tener una palabra documentada en el s. XIII o en el s. XI es indicio de tanta antigüedad como de herencia. Siempre la ciega aplicación de los criterios de la filología, con desprecio de los de la quiromancia. El profesor Jacques no debe dar a la documentación más valor del que se le puede reivindicar. En el s. XI no hay en general una notación clara de determinados signos.

Para nosotros es siempre el mismo tiempo de las imágenes del agua. Las barcazas, las corrientes del azar con las que Dios se maneja con la destreza del mejor gondolero. Por venir de la pleamar, de las huellas del invierno.
Recuerdo de invierno: una mujer de boca negra y un pacto de sangre.
Todo es posible en las calles de esta ciudad. Todo y además la intemperie.


María Griva había escrito en un papel con su letra acostada:
¿Hasta cuándo debemos los náufragos permanecer reunidos en los restos del buque destrozado y sólo bebernos mutuamente la sangre para aplacar la nueva sed, la sed inexorable?"

Jacques anotó en su libreta:
22.1.93 - María Griva lleva el libro de poemas de Safo bajo el brazo. No se llama en verdad María, no deberías llamarte María porque no eres llena de gracia y el Señor no es contigo. Esmirna tal vez sea más adecuado, tal vez sea tu verdadero nombre o tal vez...
Qué puedo hacer, no lo sé: mis deseos son dobles (Safo, s. VII a.C.)"


Después de años febriles en que alterné la lectura voraz de todos los libros que llegaron a mis manos con períodos de vida mundana y de mariposeo sentimental, di con una pequeña joven, exaltada y extraña, conmovedoramente adolescente.
Recuerdo que ella llegó a decirme una vez, cuando yo ya no estaba en Amsterdam: "Me enteré que estás escribiendo un libro", con un tono de voz que parecía decir: "Me enteré que tendrás un niño ilegítimo".
El examen que he hecho de mi propia conciencia en busca de la presencia del mito me confirma la creencia de que el mito surge desde dentro y en lugar de ser buscado deliberadamente. Creo haber demostrado que los sueños pueden ser, casi folklóricamente, una fuente muy frecuente de poesía. Mi conocimiento académico, contrariamente a lo que pueda suponerse, está profundamente impregnado de imaginación... y de cursilería.

Hay muchas palabras, respuestas, explicaciones que puntualizan indefinidamente. También hay silencios, alusiones, sugerencias no menos mortales, no menos vivientes.
Para ser reales debemos tener un secreto. Sólo existimos si logramos ocultar un cierto objeto poderoso y sucio.
(Si tuviésemos una tercer pierna sería abominablemente perceptible, atrevida y negra. Esto es la maravilla de estar vivo.)
Tener a María Griva era poseer un secreto colorido y poderoso en las venas.

Albertina anotó en su diario que de vez en cuando retomaba: ...en el poema cada vez más abierto, en el plural peligroso, en la siniestra diferencia, en el nefasto día de la abreviación y del mosaico. Invitación al descenso a lo abismal. Las lágrimas de la memoria son las más profundas.

Si se me pregunta una vez más por esta ciudad digo que aquí el hombre carece de destino, carece de esa hora ciega como el agua. Amsterdam es un destino de agua. Todo aquí se encuentra como en el agua lleno de ambigüedad, lleno de crimen.

No tenemos de ningún modo la pretensión de abordar la historia de Amsterdam, ni aún desde el ángulo de la erotología, en pocas páginas. Esa historia ya ha sido ciertamente ordenada según el ritmo de las sucesivas marcas, de los invasores y los amos que han vivido y amado en ella. El camino es largo.

* * *

TRES

Su segundo intento en esa radio puede considerarse tal vez no muy exitoso como siempre sin embargo (además de ganarse enemigos se divertía realmente mucho. Y sobre todo se encontraba en Amsterdam):

A: -¡Usted es un gran caricaturista!
- ¿Por qué lo dice?
A: -Con su pluma nos obliga a pensar en un resumen dramático de los hechos -un resumen que a veces es brutal, expulsando los detalles al máximo-. Alguien que reduce todo a proporciones tan puras y produce la iluminación repentina de una zona de la realidad...
- Un momento. ¿Brusquedad caricaturista? No lo había pensado jamás en esos términos. Según su análisis, yo haría una sinopsis con un grado tal de dramatismo que alguien más o menos lúcido debería reaccionar y decir "No, así no me gusta pensar. Pongamos mediaciones, por favor."
A: -Sí, pero el caricaturista está obligado siempre a ser convincente porque el que no pone mediaciones corre el riesgo de ser un tonto reduccionista...
- Qué extraño. ¿Esa impresión le causó mi obra?!





Albertina no paraba de fumar uno tras otro, sus benditos cigarrillos franceses. Jacques, con su ironía habitual, y ante el peligro de presenciar el enchastre en su propio escritorio dijo: Los burgueses tiran siempre lo que sobra! ¿No sería más poético que se tragaran los fósforos, la colilla, la ceniza, todo? Tragarse todo, no dejar restos!
Más tarde, Jacques comenzó a hablar:
Por los datos que tengo, y yo de alguna manera conozco todo este ambiente, no todos, pero hay muy pocos... Lo que me pregunto es esto, por qué de alguna manera el balance que podemos hacer, después de más de 30 años viviendo aquí, dígame señorita, dejan este espacio que llamamos biblioteca, que es un espacio muy incómodo. Primero porque no hay espacio. Todo está atestado, como un espacio encantadoramente barroco. Yo tengo por cierto dos características que me diferencian, yo no soy de aquí, no soy local, señorita Albertina. Vengo de otras "localidades", juego otros partidos. Hace 30 años que vivo en esto que se llama Amsterdam, pero cada vez que me van a hacer un reportaje surge el problema del "argentino" Jacques... Aunque no suene para nada "argentino". Yo escuché muchas clases en mi vida pero nunca me decidí por ninguna profesión o carrera universitaria. El espacio universitario es de todos modos igualmente incómodo y menos encantador, ¿no lo cree así? Itinerantes serán los gitanos. Yo produje aquí todo lo que vale la pena de ser contado, en esta ciudad, en esta misteriosa ciudad, yo, a pesar de que vengo de afuera, soy un provinciano, en el sentido de las provincias psíquicas de las que hablaba Freud. No hay eso que llamamos aparato psíquico sino que hay cosas que están en esas "localidades", en esas "provincias". Ya tengo muy poco que perder, quiero serle sincero, no darme de listo, ser conciente del miedo. El reconocimiento del miedo.
Albertina se reclinó en el profundo sofá negro, fumó con más intensidad, con más aire, con más boca: Hablando de esta manera hay algo que se puede caer en cualquier momento. Es como la agonía de los grandes cetáceos: puede durar siglos. Se está tan bien aquí con usted, Jacques.
¿Qué le parece si nos tuteamos?
Me parece bien.



Cuando leo los diarios me preocupa exactamente un punto: leer para ver si hay alguna orden de captura contra mí.
Que salga la foto de uno en un diario es una especie de orden de captura, aunque se trate de un reconocimiento, un premio, un homenaje... -sonreía Albertina.
Sin duda -dijo Jacques- Es una especie de provocación al otro y a sí mismo. La provocación. Eso puede decirse que intentaron esos muchachos ayer con la muestra de teatro. ¿La recuerda? Bien entendido esto se refirió no sólo a una declaración y una exposición desopilante, sino más bien se encuadra dentro de la tradición de los pensamientos libertarios.
¿Anarquismo entonces? -preguntó Albertina entre interesada y divertida.
Por lo menos tratar de alertar sobre determinados elementos de nuestra cultura. El provocador es el último poeta de la política. En este sentido, Albertina, el público ayer asistió a un trabajo pequeño pero creo yo realmente productivo, por lo menos en lo que se refiere a estos debates. Extrañaría mucho una ciudad que careciera de provocadores... y Amsterdam es realmente el ámbito adecuado, no te parece?
A- Me interesa la idea de una poética ciudadana que es una poética entrecortada... ¿Por eso la serie de instantáneas sobre la ciudad...?
Exactamente. Caos visual urbano y una enumeración que a veces puede parecer absurda pero que inmediatamente nos obliga a pensarnos como reconstructores del mundo. De un mundo nuevo. Un conflicto, una separación...
A- También me parece que esto se logra pues su mirada es una mirada privilegiada: la mirada de un extranjero.
La mirada de un extraño también puede ser decadente. Y precisamente la decadencia de un barrio aquí en Amsterdam es un tema que nos interesó... ¿Recuerda usted la fotografía de una gitana de ojos verdes y de un grupo de hombres? Una violación parece una atrocidad sociológica, pero en algún punto forma parte de la alta poética de esta ciudad.
A- Sólo ustedes pudieron decir algo sobre los barrios de Amsterdam que incluyera todas estas cosas... Reflexionar sobre todos los elementos de la penuria contemporánea... Esto no se encuentra en muchos de los artistas que visitan esta ciudad.
Este tipo de teatro intenta dar cuenta de la idea de una profunda desazón en relación a la vida en las ciudades europeas. Y Amsterdam nos pareció la más adecuada.






- Bueno, señorita me tiró usted tantas preguntas juntas que es imposible saber por dónde comenzar... En relación al tema del nomadismo que es un tema que me interesa mucho, podríamos comenzar por decir algo sobre mi curriculum que usted tan aplicadamente ha leído. El objetivo es desorganizar toda la percepción recibida hasta el momento en este sentido. Escuchaba mientras usted leía y pensaba lo fugaz que es la vida porque casi todas esas cosas ya no las hago... o las he hecho en otra época... forman parte casi de una prehistoria. El curriculum vitae es uno de los peores géneros. Yo diría que es la inversión vanal de la oración fúnebre, por decirlo de alguna manera, a pesar de que es uno de los géneros más transitados por los profesores o los académicos... gente de la "cultura". Es sin dudas uno de los más desagradables. Más desagradable todavía si le leen a uno el curriculum en el cual ya no se siente reconocido.
A- Disculpe, no pensé...
- Quiero decir, el nómade es básicamente alguien que salta currículums, que va disparado hacia adelante... Pero no haciendo más cosas para agregar al curriculum, sino tratando de evitar que la prehistoria lo momifique. El sedentario por el contrario, es un prisionero de su prehistoria, la que no puede abandonar ni revisar como un arqueólogo y cuando llega como arqueólogo es peor pues se transforma en un paleontólogo, estudia sus propios huesos y ya no puede escapar de la muerte.
A- Toda esta conversación tiene color negro.
-Los colores son fenómenos muy extraños, sabe usted? Hace ya tiempo que en general los neurofisiólogos de la percepción y los teoricistas del color aceptan que el color no es natural: es el ojo quien construye los colores. Como las palabras no dejan fósiles, hemos olvidado el momento en que empezamos a llamar a un color con una palabra. El color negro es particularmente extraño porque puede aludir al luto. Pero también puede evocar lo impenetrable. El negro puede estar de día: aquello que llamamos la sombra. La sombra está de día. Es como el monaguillo del cuerpo. La sombra no es un tema de la cultura, es un fenómeno muy extraño... Por supuesto que no se explica porque el sol se mueve de izquierda a derecha o de derecha a izquierda y afecte a los ángulos de mira... También se puede decir que los rayos los tira Zeus, el arco iris es el pacto de Dios con los hombres, o la sombra es un extraño desdoblamiento melancólico del cuerpo...
En cuanto al color negro, lo impenetrable me parece la cualidad básica del color negro... Los pintores habría que analizarlo, lo han utilizado mucho. Muchos cuadros que a mí han logrado impresionarme, donde el negro es casi omnipresente... pintores simbolistas del siglo pasado, por ejemplo. Allí hay otras que han explorado realmente esa zona que hay detrás del párpado... ¿Qué pasa cuando el párpado se cierra?
El negro cuando fue elegido por los fascistas venía de raigambre anarquista, si usted lo recuerda. Pues Mussolini en su juventud había sido socialista, fue traductor de Marx y se escribía con Kropotkin... Dependía de filosofías vitalistas que lo acercaban a todo esto.

A- Me parece que hay una imposibilidad humana de aceptar el negro, pues es un punto ciego; aceptar esa zona problemática implicaría...
- Sin dudas. Yo las llamo zonas no colonizadas del cuerpo por la organización jerárquica del cuerpo que aparece en esta cultura, lo cual no quiere decir que sean agradables esas zonas... El surrealismo las ha explorado mucho, el psicoanálisis por supuesto también...




Decido continuar hoy esta carta. Ya se está extendiendo más de lo común pero sigo escribiendo. Ayer me interrumpieron pero esta tarde me encuentro especialmente elocuente. El tío ha dejado de hablar conmigo hace tiempo, esta fue una de mis últimas frases. No lo sé. No es un hombre cualquiera. Aquí en Amsterdam todo se ha confundido un poco pero él se mantiene intacto ya hace años. Por fortuna están Oskar y Ageda. Dije que es realmente divertido trabajar con ellos. El restaurante es tarea dura pero agradable. Verdaderamente agradable.
El otro día recordé el tango Garúa. ¿Te acordás cómo me gustaba? Me puse a escribirlo a ver si lo recuerdo todo, pero no, no. Las noches llenas de hastío y de frío son tan habituales aquí. Me gustaba además el viento de aquel tangaso. El viento trae un extraño lamento... ¿No es así? Y humillando este tormento/ todavía pasa el viento/ empujándome...
De un tiempo a esta parte, el jefe me ubicó en la cocina. Es hermoso aprender nuevas recetas todo el tiempo. Se renueva la emoción aunque no me lo creas. La música me cansó un poco. Pero no te alarmes, no pienso abandonar el estudio y las clases. Sin embargo, en la cocina se da un contacto más sensual, más sinuoso, más de serpiente. La música me agotó un poco, sabés. ¿Cómo era? "Pensando siempre en lo mismo, mi abismo"... ¿Será verdad como escuché una vez que los grandes hechos se dan en las ciudades y no en el campo? Seguramente por la comida que no es la misma.






Lo que se me pregunta -ya lo he dicho- es a la vez difícil e inútil. Aunque mi nombre sea Jacques y tenga ya sesenta años y me haya pasado casi toda la vida en esta biblioteca nunca he contado las casas ni me he informado acerca del número de habitantes.
La vida de estos hombres es una gran variación, una constante variación sobre el gran tema que es Dios.






Qué sueño tan bonito has tenido Albertina! ¿Cómo decís? ¿Unos hombres aguardando detenidos en el portal de una vieja casa oscura, con una escalera hacia lo alto?
Yo subía esa escalera dejando afuera a esos dos hombres amables que esperaban con cosas en la mano como en los preparativos de un día de campo.
Adentro, en las sombras, un hombre y una mujer, casados hace tiempo, discutían sobre un tema que no me era del todo ajeno. Alguien había, escondido en el baño. Y de él hablaban... Deliberaban sobre una inminente decisión. Yo sentada a la mesa participaba tranquilamente, en silencio, con signos de cada vez mayor confianza en esa seria conversación.
De pronto, un disparo. El abuelo había decidido en un segundo toda la discusión de allí afuera. La mujer desesperó; el marido se levantó y se dirigió hasta la puerta. Yo me di cuenta en ese instante de mi terrible posición en aquel lugar. ¿Yo, un testigo? ¿Yo, un sospechoso? ¿Yo, un culpable?
Supe la terrible y prolongada serie de acontecimientos que sobrevendrían en mi contra por el hecho de mi presencia. Opresión y miedo sentí. Inolvidablemente.

El correo! Pero si estoy apenas en el comienzo y a cada rato se me pifia algo que tengo que contarte! Pero entonces, no te imagino leyendo todo esto...


Era uno de esos lectores secretos, esos grandes lectores que nunca jamás figuran en las historias de la literatura. Su nombre es José y ahora está en Barcelona, desde que se casó con Lupe vive allí. Un gran lector, voraz e insolente como debe ser todo gran lector. Las historias de la música y las biografías eran sus textos preferidos. Dígame, señorita Albertina, ¿quién no se ilusiona con un gran lector, a esta altura de los años? ¿A quién no le agrada recibir todos los días una mirada de reconocimiento o de admiración? José imaginaba a menudo que iba a escribir algún día aunque no sé qué tenía en mente. Cuando surgía la escritura pensaba cómo iba a ser la primera mujer de su relato y luego cómo iban a ser las próximas mujeres. A esta altura de la vida solamente se piensa en la que seguramente será la última mujer. Es como pensar en el propio epitafio, sabe?
Las bibliotecas no están hechas como todo el mundo piensa, para otorgar, como una ofrenda, su tesoro único. Por el contrario, ya que usted me lo pregunta, están pensadas para ocultar, preservar, celar la información. De eso se trata y eso intento desde aquí hace más de treinta años. La música se debate con todos los demás géneros y es necesario preservarla. Viene gente tratando de leerla como literatura, terapia o autoayuda, ¿se imagina usted eso? La música debate críticamente con la realidad toda. Del asombro también parte la música, como la poesía o la filosofía.

Ubi sunt, at orbis, dónde. Con gente extraña, con desconocidos, con dos extranjeros en la Shumptstrasse, refugio clímax del invierno. Cuando ocurre -y siempre ocurre- cuando nos pasa de asomarnos rápidamente por algún boulevard y se trata de actuar con celeridad, de repente, y de eso se trata, perder un pañuelo violeta de seda china que se tiene atesorado hace años, y perderlo definitivamente, y aunque eso ocurra, de eso se trata, no sucede nada, porque nada se quiere que ocurra profundamente. Un pasaje, la memoria de otro sitio, y siempre con dos extranjeros pegados en los flancos y un boleto de tren siempre al acecho. Sentado frente al pentagrama tampoco se quiere que ocurra nada, se pierde la trampa para cazar ratones y sólo se consiguen moscas, moscas sobre un pentagrama amarillo cayendo una a una en una lenta disolución, cascada, cuidado, cuidado con el pincel y con el pez, siempre a los costados, cuidado porque tan irredentos como notas salvajes clavadas, sacrificadas en el pentagrama amarillo, como boleto en el bolso. Cuidado, que no les falte nada.
Esta energía espectral, este punteo menudo y delicioso, esta sonoridad diva y ortográfica, con vocación de gramática. Esperar un poco, aunque sea en vano, antes de entrar en el conservatorio, las manos están un poco duras y no servirá de nada, será todo inútil, esperar un poco, dentro de un ratito nomás, a lo mejor el profesor va retrasado, esperar un poco más con un café caliente, lo que pasa es que occidente es una sombra doliente, dónde escuché eso, dónde quedaron las canciones infantiles, ubi sunt.
Para más tarde dejo esta lenta carta. No te imagino en la negra ceremonia de leer todo esto. Dejála que alumbre en el sobre y no la abras. Tal vez sea mejor que adivines todo lo que lleva escrito. Pst. Yo no te prometí escribirte. Prohibido prohibir.

Claquele, aquelarre, cloqueteo. Es una tensión constante, los bienes, la elección del territorio, la apuesta al orden y a la curiosidad. Pensar qué debo hacer, ¿qué debo hacer? Lo que les digo es ética. Tarde o temprano saber qué hacer en el momento oportuno los va a obligar a decidirse, nos va a costar, pero yo confío, claquele, yo confío. Una manera eufemística de decir que tiene la gente de la capital, la gente del barrio, yo confío. Yo, cierta amabilidad sí, pero no tengo la suficiente, no tengo claro si tengo la posibilidad de ser cortés o descortés con el otro, ¿quién es el otro? Me decepcionaste. No sé cultivar la cortesía, sólo puedo disimular lo que se dice hasta que el otro se dé cuenta de lo que está pasando. Siempre ocurren cosas traviesas aquí en la biblioteca, aquelarre, y se creen todos que estoy aquí para brindar mis mejores páginas. Yo, cierta amabilidad sí, pero ciego no tengo la suficiente, no, me va a costar porque no quiero servir para que el otro se dé cuenta sino que más bien prefiero mantenerme al margen, claquele, al margen. Ocurre, suele ocurrir, un cloqueteo, a veces, pero quién sabe, tal vez ayudo a pesar de todo, a pesar del aquelarre instaurado aquí entre el sofá negro desvencijado y el indio de gran melena de madera que me observa desde hace tiempo. Figura curiosa, americanísima. Qué extraño se ve todo aquí.

La acusación sostiene que la imagen terrible y sacra del nacimiento no puede reducirse a un manifiesto literario. El comité de control para la disciplina publicitaria se expide en estos días. Todo esto ofende la sensibilidad y el sentido común y el pudor y el imaginario fenomenológico.

Los hombres en Amsterdam, si nos limitamos a juzgar esta ciudad por sus libertades, da a los sentidos un aspecto bullente, verdadero nido de serpientes. De ahí esa violencia sosegada que caracteriza a su gente. Ese frío sabio y distante que envuelve a todos. Por eso toda la historia de la elegía comienza en Amsterdam y al instante se troca en un objeto de vidrio, un cristal helado y seco, multiforme, infinito, iridiscente, frondoso. Toda historia aquí prosigue interminablemente, como las infinitas caras de una pieza de diamante. A un rey le gustaron las historias y le gustó aquella mujer que contaba historias sólo para no dejarse ejecutar, aquella que demostró que la poesía es el más poderoso acto de amor.





















CUATRO

estar al servicio de
estar empleado en una tarea
estar sujeto a otro por un motivo
ser un instrumento para determinado fin
hacer las veces de
aprovechar, ser de suma utilidad
asistir en la tarea a
emplearse en los ministerios y en los misterios
servir a los santos...

Un bibliotecario, señorita Albertina, no existe. Un bibliotecario sirve siempre para algo, según dicen es sumamente útil. Siempre es un medio, un artículo perspicaz, lateral y efímero. Siempre con un chelín en el bolsillo o tal vez con menos. -Un chelín es una manera de decir, porque nunca es un chelín, suena bien un chelín, pero en Amsterdam no son chelines, aunque podrían serlo...-


Tal vez lo dejemos para más tarde, tal vez lo mencionemos después para maldecirlo entre los tres como licencioso y mordaz, afectado, casi frívolo por momentos y errátil. Pero lo mencionamos ahora, por un momento. No es más que la sencilla exposición de un hecho. Pero aunque Monsieur Jacques Nils sea conocido, e incluso haya sido víctima de algunas entrevistas en los periódicos dominicales, en emisoras de radio por jovencitas ambiciosas y de labios dulces, no se infiere de ello que se lo conozca o que se conozca a fondo su obra. Entre los que hemos leído sus escritos con detenimiento, de esas pocas personas habrá algunos que se sientan sobresaltados, otros vejados, irritados otros. Algo indómito y obsesivo late, se deja sospechar en ese casi anciano, trivial y decoroso, trovador de Provenza y mago, con un libro de versos, un dibujo de una máscara de la Comedia del Arte en la billetera y muchas reseñas sobre música antigua en su oscuro haber.

En una ciudad como Amsterdam ya no hay pureza. Hoy salimos con una affascinante chica italiana y mañana tomamos un tren y aceleramos nuevamente las pulsaciones casi como con la señorita mediterránea, pero vamos hacia otro sitio, siempre hacia otro sitio. La vida va realmente rápido aquí. No tenemos el tiempo. No tenemos el espacio o más bien somos dueños momentáneos de los objetos. Todo se desliza de nuestras manos y ya nada permanece ni nos acompaña. Han terminado siendo fieles un par de botas sucias, el bolso de cuero morado y la viola da gamba. El resto se ha perdido, se está perdiendo todo el tiempo.
La realidad ya no es naturalista, se ha vuelto más bien surrealista. Gente que vive en la calle y que es invisible para la gente que transita, para la policía, para todos... Recuerdo las fotos de Bombay en una revista muy chic mientras volaba de Roma a París hace un par de años y me da frío y me estremece, tan sólo un poco.





A menudo el discurso se produce en un escenario muy concreto. Dos rabinos van por un camino conversando cuando de pronto se les incorpora otra persona que intervendrá en la conversación y seguirán caminando durante millas, discutiendo. Y a menudo esta persona que ha contribuido con el argumento más polémico y más sólido, digamos, de lo que se discute, desaparece tan prontamente como apareció. Y quedan en soledad ambos rabinos caminantes, casi perdurando en la ruta como dos errantes viajeros, pero sin embargo no caminan sino que están de algún modo detenidos, esperando solamente. Caminan pero en realidad se la pasan deteniéndose y aguardando, acechando a sus lados el momento en el cual el tercer rabino se aproximará y traerá el argumento más valioso, la palabra más bella y más santa.
Pero es probable que los dos rabinos caminen así millas y millas, solitarios uno al lado del otro, sin pronunciar palabra y sabiendo muy bien que no es la de ellos sino el vocablo del extranjero aquello que los devolverá a la polémica y a la vida.



La "Canción para Ishtar" (Song of Ishtar) no surgió, como "Xochipilli" y el "Salmo Concerniente al Castillo", de la contemplación de un objeto ritual. Al escribirla me enteré del hecho de que el cerdo era sagrado para Ishtar pero ese fragmento de información no debe considerarse como la causa o estímulo del poema sino meramente como la hendija a través de la cual el poeta entra a una obra:
El cerdo era considerado sagrado para Ishtar.
"Poemas para Griva" son la narración fragmentaria de su vida, fragmentada pues sólo la conocí fragmentariamente, ya que nuestras vidas nos separaron completamente durante años.







Y cuando mueren jóvenes -y ya no en guerras provocadas por sus mayores- literalmente mueren, muertos o viviendo en el infierno actual de sus propios pecados, están bebiendo la sangre de los otros. No soy didáctico ni exhortativo, pero el descubrimiento hace advertencia. Nosotros mismos debemos abandonar lo que está muerto en nosotros y en esta ciudad y vivir lo bueno de nuestras vidas si queremos romper el ciclo.



Se me ocurrió que los muertos sólo desean beber sangre y por lo tanto ejercen compulsión sobre nosotros. Los muertos que estuvieron insatisfechos durante sus vidas y que encuentran un apoyo en nuestras vidas no vividas. La sangre es la sangre de los vivos.




La acción por parte de sus protagonistas tan angelicales es casi totalmente interior. Es casi un hacer conciencia y sin embargo es acción y traslada a todos los gestos desde lo estático hacia lo dramático. Es un hecho que se trata de un episodio o variante mítica. Con esto se ha entrado en los personajes y se ha atizado el alma de otro orden. No hay ninguna intención metafórica preconcebida.

Ella dice fortunas. Esta gitana griega sostiene mi palma derecha. Yo espero que estudie las líneas que dice descifrar sin embargo está escudriñando mi rostro. "Usted está escribiendo algo. Un libro quizá -O una carta por qué no- Y está planeando un viaje". Su actitud, sus fuertes ojos verdes, sus poderosos y extravagantes rasgos sugieren las curvas de una joya, un talismán quizá.
Sí, un muy largo viaje. ¿A dónde se dirige Usted? - Las preguntas de María Griva no son nunca preguntas de la memoria, de la reflexión o de la vejez. No se pregunta jamás por lo que ha ocurrido, por lo pasado. Es más bien una fatiga intrínseca en sus palabras que se apoyan en el porvenir como en un signo de interrogación perenne.
Puedo decirle más por 5 dólares... ¿Tiene preguntas? Ahora su trabajo: sea cuidadoso. Escriba solamente lo que encuentra en sí mismo. -Algunos son nómades, otros bailaores, adivinos, violinistas, casi siempre ladrones.
María Griva en cambio, siempre ha sido una mirona, una mirona de largo alcance, una especie de gran catalejo, colorido y empolvado, un asunto a gran escala que de pronto se vuelve un asunto de percepción minúscula. María se mueve por viviendas de renta limitada cargando con su ropa colorinche y sus objetos heteróclitos. Una mujer de una edad indeterminada, que ha estado sentada durante horas en una estación de Londres esperando el ferrocarril que la llevará a la prisión. Que ha tenido las manos esposadas y ha vestido el grotesco uniforme de los penados. Una chusma mórbida se ha divertido insultándola en varias ciudades que ha visitado y la han escupido a veces. Gitana con un olor penetrante de hotel barato y de comida, mezcla de simulación y verosimilitud forzada.
No es cierto que el corazón es rojo. Eso dicen los libros y los souvenirs. El corazón es negro, desde siempre ha sido así.



La superficialidad es el máximo y más terrible de todos los pecados, creo que así escribió alguna vez Oscar Wilde. ¿No crees acaso Albertina que una persona puede comprenderlo todo? ¿Acaso el hombre no puede comprender y reflexionar sobre todas las cosas? ¿No se aprende algo de todos y cada uno de los seres del planeta?

Es posible modificar las posiciones de los centros sutiles. Cada postura tiene su variante.
Eduardo comenzó hoy mismo un texto que promete ser encantador. Dos capítulos extensos, enfrentados, el segundo como contrapartida oscura y terrible del primero. En un principio, un hombre encuentra un sombrero por la calle. El sombrero, idéntico por su color y su forma al que usara su padre el día de su muerte, suscita en el caballero diversas vacilaciones. ¿Llevarlo con él o dejarlo allí mismo tirado? ¿Por qué no ponérselo inmediatamente y jugar un segundo a volver atrás?
El capítulo segundo, tocado más por la desilución y la teoría, cuenta la historia de un antiquísimo jarrón de porcelana, dos días antes de su definitiva destrucción en manos de un infante bastante inquieto y nada coleccionista.
Ambos textos cuentan un desastre, un verdadera teoría del trastocamiento. Ambos textos son protagonizados por objetos, objetos de la memoria, de la vejez, de la muerte.

No soy un buen narrador. Voy para atrás o me adelanto demasiado. Tambaleo, toqueteo los objetos en una descripción caprichosa e imprudente; lo peor suele suceder cuando olvido detalles o a veces lo olvido todo.
Sospecho sin embargo que si dejo de escribir me sentiré mal.
Yo escribo para seducir. Eso de escribir porque me gusta no creo que sea más que una pose tonta. Siempre se escribe por encargo, el encargo de otro, el propio (en) cargo, aunque no sé por qué se ha mojado todo, y yo que soy como un gato y no me gusta nada el agua. Me da asco alguien chapoteando cuando se ve que alguien chapotea en un charco nuevo, en este mismo instante ese niñito que veo a través de la ventana descubre los diversos modos de juguetear en lo mojado.
Uno puede descubrir los modos de leer de cada uno, los modos de pedir, de celebrar, de chapotear.
El niñito descubre cómo los grandes nos acostumbramos a esto, los sitios asignados, el charco cotidiano y zonzo. De vez en cuando nos urge cierta irreverencia, o más bien en general estamos urgidos.
Y eso no es todo lo malo.