miércoles, 23 de junio de 2010

Viajes II

Tengo la fortuna de leer en italiano desde chica y hay textos que también son una forma del viaje. Mi papá desde los 3 años me habló empecinada y obsesivamente en italiano, y me dio las nociones básicas de la gramática y la pronunciación. El resto lo hizo más tarde las instituciones y yo misma, leyendo con voracidad durante un buen tiempo de mi vida, y culminando mi práctica un poco cuando viajé en 1996 a conocer a toda la parentela italiana... Recorrí en ese momento todo el sur básicamente, aunque también fui a algunas ciudades norteñas entre ellas Bologna (dos primos estudiaron allí y me quedé con ellos... ciudad inolvidable). Viajar es muy bello y, cuando todo sale bien, casi resulta increíble: esto último tiene que ver con las expectativas que puede llegar a formarse un argentino (vivimos en el culo del mundo, no sólo por la lejanía). Recorrí en ese momento buena parte de la Bota y también pasé a Portugal, desde Lisboa hasta Galicia, y todo el norte de España hasta el país vasco. Hay mucho para contar... Caminé como nunca lo hice después en otro viaje. Italia es belleza todo el tiempo y la gente hospitalaria y cordial, aunque todo se va disipando cada vez más a medida que viajas hacia el norte. Portugal lo recorrí en zigzag, entre playa y montaña. Todo delirante....

España es más seria; no tanto la gente sino el país, aparece mucho más la piedra , pero igualmente todo muy hermoso.Hay más profundidad , como si se tomaran la vida más en serio Estuve en cuevas con "dibujitos" de hace 20.000 años .No las Altamira, porque hay que reservar con tres meses de anticipación, pero cerca : hay muchas. Santillana del Mar está al toque, y el paisaje de las vaqueras del marqués un despelote.En fin, mucho para contar.

También fui a Valencia, ciudad en la que vive un primo italiano casado hace ya años con una española. Conocí los arroces, y las fallas (no me preocupo por ellas: todos las tenemos). Y cuando volví se me había pegao el acento.
Pero de eso aprendí a desconfiar: tal vez aquello que suponía ser el típico acento valenciano no era otra cosa que el macarrónico que practican los tanos en ese supuesto reino; jerga mediterránea imprecisa pero apta para elevada cota de comprensión entre tano-valenciano y tana del Virreinato del Río de La Plata.

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