martes, 29 de junio de 2010

5

No hay libertad, hay hábitos,

y hay una decisión, una entre otras

de caminar hacia la Muerte,

con el cuerpo exaltándose en la sombra.

No hay amor si no hay espanto,

no hay cuerpo que no desangre a solas.

No hay salvación si el poema tarda,

O si la palabra se diluye en la borra,

O si en medio de la marea,

no llega exacta redonda

frase en la que se representa

la síntesis que apasiona.

Borges advierte con pesar

que llegó a Tucumán, y no hay estrofa.

No puede borronear, tachar

romper lo que es imperfecto o sobra.

No puede eliminar papeles

que se resisten a aceptar la gota

de sonido, de énfasis,

de claridad conmovedora.



Todo se desarrolla

sobre una tela que no tiene fondo,

en el espacio de la desmemoria,

en la aridez de lo que no se pronuncia

en el deseo que no encuentra forma.

Borges insiste, insistirá,

recordará tramos de su obra,

arañará emociones, aunque sabe

de tardes que se desploman

sin dejar nada,

sin endecha, sin párrafo, sin copla

sin el menor asomo

de redención verbal cantora.

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