A través de la boca
Borges escribe, ordena
palabras, situaciones, gestos,
que llegan con su métrica.
Quiere escuchar la Música
a través de los labios que queman.
Todo sale del centro de la cara,
el argumento, el clima, la cadencia.
Nada queda descuidado,
silencio, períodos, materia.
El bastón es su lápiz
y el aire es el papel que se le pega.
Debe hacerse mención de la Memoria
la que viene de atrás, la que conserva
los detalles, las formas,
las delicadas señas.
Camina y no camina,
avanza, sobrelleva,
elimina el obstáculo de estar,
no le importa el clamor, la polvareda,
los disturbios perennes.
Tiene lo que desea
para poder imaginar,
desierto, horror, indiferencia.
No necesita oasis,
palmeras que dibujen tregua.
Tiene ensimismamiento,
toda la resistencia,
y así sigue, avanza, cruza.
Llegar a Córdoba es la idea,
penetrar en Florida.
Aún falta mucho, no le llega
ningún aroma de plaza.
Lo único que lo consuela
–que lo podría consolar con evidente prueba–
es el poema que irrumpe por las órbitas,
que lo atraviesa,
como una ronda de tormento.
Eso lo salva, lo lleva,
lo vuelve forastero de una ilusión eterna,
con aire de comarca
y en donde no hay fracaso
ni tristeza.
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