domingo, 27 de junio de 2010

Me imagino que el canto de la lluvia tiene el inaudible fraseo
del que está condenado a una determinada tarde, a un determinado pasado.
No necesito estar, estoy desde antes.
Ella me canta y yo la escucho desde mis platos y mi comida,
y mis ollas con olor a todos los días,
desde esta mesa de madera en que todo resbala.

Como reina dolorosa del abismo comulga hoy con mi propia animalidad.
Te escucho con todo el cuerpo volcado sobre la ventana,
como un borracho sobre un estanque con luna
y una vez más compruebo que la lluvia quita la mayor vitalidad de mi tristeza.
Hoy nada restaura la herida de sentirme viva.

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