sábado, 26 de junio de 2010

Un poema, esto es, casi siempre, un libro. La luz. Una esfera, un cuaderno escrito con rabiosa personalidad, al margen de modas y de modos y convertido en un archipiélago de islas disidentes. Una superficie gris, despojada, enjuta y fría. Alguien incorregible (las personas pueden objetivarse de vez en cuando). Una roca de algún viaje apasionado. Un bar preferido. Un bodegón preferido. Un recuerdo que atesorar, asimilado simbólicamente a una estrella fugaz. Una música, un lugar, una duda.
Con esta lista, entenderán, en parte, mi proyecto de escritura. Porque tal vez el objeto elemental es precisamente un margen.

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