jueves, 17 de junio de 2010

Objeciones a Carancho, de Pablo Trapero (2010)

¿Hay que decirle que el film noir se lo deje a Scorsese? No. A no ser implacables con Trapero. Se trata de un film que trabaja por acumulación y por exceso, eso es todo. De nuestros nuevos directores argentinos él, junto al fallecido Fabián Bielinsky (1959-2006), también Daniel Burman, Lucrecia Martel o Adrián Caetano son los nombres más destacados y su lugar se lo ha ganado.

Este realismo sucio que presenta en “Carancho” despliega un juego de cámaras altamente superior a “Leonera” (2008) y a todas sus anteriores películas, y nos sumerge instantáneamente en el mundo, algo desconocido si se quiere, de los abogados que se alimentan de la necesidad de la gente desprotegida en sus momentos más vulnerables, cuando son víctimas de un accidente de tránsito, el mundo de las ambulancias y hospitales que los recogen y los asisten.

Es clara y explícita la cita de Trapero a “Vidas al Límite” (Bringing Out the Dead, 1999), el film vertiginoso y algo menor de Martin Scorsese, protagonizado por Nicolas Cage. Aquí el elemento dramático-religioso, sin embargo, y quizás se lo pueda leer como una pérdida, está completamente ausente. A cambio de esto, los dos personajes centrales se encuentran a la intemperie en todo sentido (Luján y Sosa son dos náufragos en un mundo de monstruos, como diría el personaje de Carmen Maura en La Comunidad de Alex de la Iglesia).

Trapero es un realizador joven con largometrajes bastante interesantes. Carancho no resulta superior a “El bonaerense” (2002) o “Nacido y criado” (2006), donde el crudo realismo aparecía tamizado por otras ideas subyacentes más que profundas y más que sugestivas.

Recordemos que “Mundo grúa” (1999) fue su primer film y era una novedad imperdible de la exploración neorrealista en el mundo castigado de la argentina durante fines de la década del ochenta y todos los nefastos años noventa.

Como en “Leonera” (2008), Trapero y el guionista investigan muy bien el ambiente en el que tendrán que moverse los personajes dolientes y físicamente heridos que representan un cierto regusto de Trapero por ese realismo algo exagerado, que "se ensucia" mostrando con lupa escenas del funcionamiento de los hospitales ante una emergencia, la forma de trabajar en medio de organizaciones criminales y solapando las inyecciones incesantes de la doctora o el pasado ciertamente oscuro de Sosa (Ricardo Darín).

El thriller negro contiene siempre personajes condenados a la destrucción, a la corrupción en todos los niveles, deambulando en ambientes urbanos generalmente nocturnos, y aquí Trapero no nos da tregua en términos formales ya que predominan en casi la totalidad del film los primeros planos, la proximidad de la sangre y el rictus asfixiante que incomoda al espectador más fiel.

Técnicamente, el film es irreprochable e insisto que los protagonistas adquieren la carnadura adecuada para los actores elegidos. Quizás Darín está espléndido en soledad pero no creíble en términos de su relación amorosa, ni con ese costado cómplice que tan bien supo captar y trabajar Bielinsky cuando lo dirigió en “Nueve Reinas” o “El Aura”. Ni Darín ni Martina Guzmán resultan simpáticos, ni se salvan de una depresión constante.

La crítica ha dicho que una vez que Carancho concluye no nos queda casi nada. Esta sería una de las trampas de la ilusión realista: todo se encuentra allí, no hay pliegues, dobladillos, repulgues o ruedos; tal vez eso sea cierto, pero de ningún modo afirmaría que lo que se narra importa poco. Para Trapero importa y mucho. Uno termina curioso respecto de ese universo agobiante pero que acecha nuestras vidas en cualquier momento, agazapado y jamás desplegado de un modo honesto por los medios masivos de comunicación.

Apuesto a que Trapero en su próxima realización probará un intimismo más humilde, menos hipertextual, menos citado, sin tanto datos y víctimas, y plagado, eso sí, de silencios, circunstancias y conflictos de interiores que tengan su repercusión en el individuo que es un germen de la sociedad que habita. Eso sabe hacerlo si logró con Mundo Grúa revolucionar el cine argentino de los 2000.

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