martes, 27 de julio de 2010

Breve Historia de la Mentira. De Ulises a Pinocho.

de María Bettetini. Cátedra, Colección Teorema, Madrid, 2002.


Las principales virtudes de este inquietante libro de Maria Bettetini –doctorada en Filosofía en la Universidad de Oxford y en la de Mónaco, profesora e investigadora de la universidad Ca´Foscari de Venecia– son su brevedad y la falta de rigidez en su enfoque, además de ofrecer una amplia variedad de argumentos para definir la mentira e invitarnos a reflexionar sobre la temática de la verdad –quién no ha dicho ni ha recibido una mentira o no ha leído una, queda claro–.

Bettetini posee la lucidez de no partir de la óptica tradicional gnoseológica, sino de cierta puesta en conciencia de la vida real, alejándonos de las densas abstracciones de la lógica.

Ya en el Prefacio nos dice que la mentira "es una figura que acompaña todos los aspectos de la vida social (ya que para mentir hay que ser por lo menos dos)". Para aproximarse a una clasificación, Bettetini se asentará en la provincia de la ética, al establecer que "la mentira aparece como un acto de la voluntad de un sujeto libre". De ahí en más, tomará en consideración los escritos de distintos filósofos, historiadores, "los comediógrafos, los poetas, los psicólogos y los mentirosos de toda laya", para dejar constancia de su recorrido y abundar en los contextos que posibilitan la existencia de la simulación, el perjurio, las mentiras piadosas de médicos y abogados, los embustes de la prensa y de la ciencia -dada su relación con el poder- y, yendo más allá, la mentira subyacente a todo uso del lenguaje que, en sí mismo, es una representación.

Los ejemplos son claros y sintéticos -el libro apenas sobrepasa el centenar de páginas-, lo mismo que el desmenuzamiento del contexto en que se originan. Como muestra valga lo referente a Ulises en el capítulo "Elogio de la mentira", en el que, tras ofrecer diversos documentos que mencionan al griego como un pueblo donde predomina la mentira, la autora nos dice que "si Homero critica teóricamente la mentira en la Ilíada, presenta en la Odisea a un héroe embustero, alabado a causa de su habilidad en el mentir por la propia Atenea", lo que se fundaría en el uso meramente lúdico de las palabras por parte de una civilización a la que le importaban los signos.

Por eso, "Ulises será reconocido por una cicatriz, un arco, un lecho esculpido en el olivo alrededor del cual había construido su casa, nunca por sus palabras, casi siempre mentirosas, a veces exageradamente."

Tras revisar la concepción del hombre y del lenguaje que sostiene Nietzsche, Bettetini dice que el hombre recupera la vituperada centralidad del universo cuando acepta dejarse engañar pero elige el engaño justo; no esos residuos de metáfora que llaman "verdad", sino los sueños, el mito, el arte, que saben engañar y al mismo tiempo, en palabras del filósofo, "regalar una iluminación, una serenidad y una rendición que fluyen sin cesar". En este contexto, Ulises fue astuto cuando logró engañar incluso a los dioses, pero más lo fueron los que creyeron en los relatos de Homero, en las peripecias del hijo de Laertes y en la existencia de dioses que, como se dijo que afirmaba Tales, el primer filósofo conocido, "están en todas partes."

En el capítulo que alude a La mentira prohibida -"aquella que no debe ser dicha"-, la autora se ocupa -entre otros personajes- de Pinocho, la creación de Collodi, un muñeco que no quería obedecer, no quería crecer y que tenía una nariz que crecía con cada mentira. Tras analizar la índole de sus mentiras y considerar que Pinocho no es un "mentiroso redomado", sino un niño que hace todas las trastadas previsibles, entre ellas decir alguna mentira, Bettetini considera como más grave "la culpa del muñeco cuando traiciona la confianza de Gepetto, al dejarlo recorrer el mundo en su búsqueda hasta el azaroso encuentro en el vientre de una bíblica ballena.

Pero no es eso lo que espanta a los padres y a las madres, propensos a recomendar: «No digas mentiras, que si no te crecerá la nariz como a Pinocho.»

Como puede apreciarse, el lenguaje utilizado por la autora es llano y didáctico, sin resultar por ello de ningún modo esquemático, lo que constituye otro mérito de este libro iluminador y profundamente entretenido.

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